3 ROSAS
MAG
Historia
CAPÍTULO
21
Sangre 1.
Joaquín
estaba junto a otras tres personas, recibiendo parte de la mercancía que
llegaba en ese momento para alimentar a los animales. Uno de ellos era
Guillermo, el otro Sebastián, un amigo de la infancia y con el que compartía
algunos secretos. Su celular sonaba insistentemente, pero él ya sabía quién era
y no quería hablar, pocas veces algo o alguien lo desviaba de su trabajo en la
hacienda y en ese momento su pensamiento estaba concentrado en Rosa Paula, la rubia
de ojos claros, su prima y por la que se suponía solo debía sentir cariño de
hermano.
Su
teléfono volvió a sonar mientras firmaba la orden de recibo al hombre de la
entrega. Guillermo y Sebastián se miraron al ver la cara de fastidio del joven.
–¿No vas a contestar? –pregunto el último.
–¡No!
–respondió muy tajante.
Sebastián
volvió a mirar a Guillermo. –¿Es quien yo creo que es?
–No
–dijo en el mismo tono. La respuesta descoloco a su amigo, pensaba que era la
morena con la que había salido unas semanas atrás, no sabía de otra mujer que
pudiera estar molestando al joven.
Guillermo
vio que dos mujeres se acercaban a donde estaban ellos y las reconoció
enseguida. –Yo creo que deberías contestar –sugirió el hombre.
–No
quiero hablar con nadie –El mal humor que tenía quería descargarlo y no le
importaba si era con sus amigos. Devolvió la orden ya firmada al chico y se
dispuso a subir a la camioneta.
Guillermo
lo detuvo. –Quieras o no vas a tener que hablar con ella –hizo un gesto hacia
las mujeres que estaban llegando. Una era su madre que traía el celular
sosteniéndolo cerca de su oreja y la otra era Luisa, el ama de llaves de la
casa.
Antes
de que su madre reclamara por las llamadas, Luisa gritó. –¡Se lo llevó! ¡Se lo
llevó, hijo! –Joaquín no sabía a qué se refería y miró a su madre que tenía lágrimas
en los ojos.
–Carol
se llevó a Damián, dejó esta carta.
El
joven se puso lívido, sintió como si algo atravesara su pecho. –¿Hizo qué?
–apenas logró susurrar.
–Te
estuve llamando desde que me enteré –dijo Aurora.
Joaquín
cerró los ojos y maldijo internamente. Había discutido esa mañana con ella.
Continuaba preguntando sobre su origen y quién era su padre, pero Aurora estaba
hermética.
No
perdió tiempo y le arrebató la carta a su madre de las manos, comenzó a leerla
en silencio mientras Guillermo y Sebastián se enteraban de lo que había pasado.
Guillermo se acercó a Aurora para consolarla. –Cálmate, todo va a estar bien
–dijo tomando sus manos.
–Esa
loca de Carol no puede ir muy lejos, no tiene dinero –Sebastián estaba tratando
de animar a su amigo.
Por
unos segundos todos quedaron en silencio, Joaquín parecía estar perdido pero en
realidad su mente pensaba en todas las posibilidades que tenía. Carol se había
ido con Damián y solo había dejado una carta donde no le decía mucho, solo que
había decidido probar fortuna lejos de allí. De repente reaccionó y subió a la
camioneta, Sebastián lo siguió. –¿A dónde vas?
–A
buscar a mi hijo –respondió con mucha seguridad.
–¿Pero
a dónde?
–Al pueblo,
de allí salen los autobuses, no creo que se haya ido por otro medio.
–Los
autobuses salen después de las seis –Joaquín asintió–. Voy contigo –Sebastián
subió a la camioneta y Joaquín aceleró.
Las
mujeres se quedaron llorando mientras Guillermo trataba de calmarlas. Las llevó
de regreso a casa, cuando entraron, Rosa María y Eleazar salieron de la oficina
al escucharlas llorar, el hombre quiso saber qué sucedía, Guillermo prefirió no
intervenir, sabía que tanto Joaquín como Carol y el niño no eran del agrado del
viejo por el problema que habían protagonizado años atrás. Aurora se acercó
llorando. –¡Ayúdalo, por favor! –dijo en medio del llanto y Luisa no podía
articular palabra, Eleazar miró a Guillermo con la clara intención de que este
explicara pero seguía sin hablar.
–¿Qué
es lo que está sucediendo? –pregunto directamente.
–Carol
se llevó al niño y solo le dejó una carta a Joaquín –finalmente se atrevió a
hablar.
–¿Tanto
alboroto porque esa mujer se llevó a ese mocoso? –intervino Rosa María de la
manera más arrogante que pudo–. Eso debió hacerlo hace años.
–¡Por
Dios, Rosa María! –Luisa la reprendió–. Estás hablando de tu...
–¡Cállate
Luisa! –interrumpió Eleazar para que no finalizara la frase, aunque Guillermo
estaba al tanto de los rumores.
–¡Por
favor, ayúdalo! No permitas que se lleve a Damián –Aurora no dejaba de llorar y
cayó de rodillas frente a Eleazar, suplicándole. El hombre la levantó y la
abrazó con cariño pero su gesto duro no cambió. Entró con ella a su oficina,
aun abrazados y cerró la puerta con llave.
Continuó abrazado a ella por un buen rato
hasta que calmó sus sollozos. Aurora pidió ayuda a Eleazar pero este se negaba,
no porque no quisiera ayudarla sino porque no sabía cómo hacerlo. –¡Que no
puedo mujer, entiende!
–Claro
que puedes –sin dejar de derramar lágrimas–. Conoces gente, tienes influencia y
todos te escuchan –Eleazar era uno de los hombres más influyentes en el pueblo
junto a otros tres hombres más. Bajó la cabeza considerando si debía usar esa
influencia o no y Aurora aprovechó su silencio para continuar–. Si no quieres
ayudar a Joaquín, entonces ayuda a Damián… Sabes que Carol nunca ganará el
premio a la madre del año, y si no quieres ayudarlo como a tu hijo, ayúdalo
como a mi nieto, porque para Joaquín es su hijo y para mí, es mi nieto.
Eleazar
quedó en silencio por unos minutos y luego llamó desde su celular. –Ven a mi
oficina, tengo un trabajo urgente para ti.
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