El Pequeño Magnate I - Secretos y Revelaciones

sábado, 9 de febrero de 2019

3 Rosas. Cap. 21


3 ROSAS


MAG


Historia

 

CAPÍTULO 21

Sangre 1.




Joaquín estaba junto a otras tres personas, recibiendo parte de la mercancía que llegaba en ese momento para alimentar a los animales. Uno de ellos era Guillermo, el otro Sebastián, un amigo de la infancia y con el que compartía algunos secretos. Su celular sonaba insistentemente, pero él ya sabía quién era y no quería hablar, pocas veces algo o alguien lo desviaba de su trabajo en la hacienda y en ese momento su pensamiento estaba concentrado en Rosa Paula, la rubia de ojos claros, su prima y por la que se suponía solo debía sentir cariño de hermano. 

Su teléfono volvió a sonar mientras firmaba la orden de recibo al hombre de la entrega. Guillermo y Sebastián se miraron al ver la cara de fastidio del joven. –¿No vas a contestar? –pregunto el último. 

–¡No! –respondió muy tajante. 

Sebastián volvió a mirar a Guillermo. –¿Es quien yo creo que es? 

–No –dijo en el mismo tono. La respuesta descoloco a su amigo, pensaba que era la morena con la que había salido unas semanas atrás, no sabía de otra mujer que pudiera estar molestando al joven. 

Guillermo vio que dos mujeres se acercaban a donde estaban ellos y las reconoció enseguida. –Yo creo que deberías contestar –sugirió el hombre. 

–No quiero hablar con nadie El mal humor que tenía quería descargarlo y no le importaba si era con sus amigos. Devolvió la orden ya firmada al chico y se dispuso a subir a la camioneta. 

Guillermo lo detuvo. –Quieras o no vas a tener que hablar con ella –hizo un gesto hacia las mujeres que estaban llegando. Una era su madre que traía el celular sosteniéndolo cerca de su oreja y la otra era Luisa, el ama de llaves de la casa. 

Antes de que su madre reclamara por las llamadas, Luisa gritó. –¡Se lo llevó! ¡Se lo llevó, hijo! –Joaquín no sabía a qué se refería y miró a su madre que tenía lágrimas en los ojos.

–Carol se llevó a Damián, dejó esta carta. 

El joven se puso lívido, sintió como si algo atravesara su pecho. –¿Hizo qué? –apenas logró susurrar. 

–Te estuve llamando desde que me enteré –dijo Aurora. 

Joaquín cerró los ojos y maldijo internamente. Había discutido esa mañana con ella. Continuaba preguntando sobre su origen y quién era su padre, pero Aurora estaba hermética. 

No perdió tiempo y le arrebató la carta a su madre de las manos, comenzó a leerla en silencio mientras Guillermo y Sebastián se enteraban de lo que había pasado. Guillermo se acercó a Aurora para consolarla. –Cálmate, todo va a estar bien –dijo tomando sus manos. 

–Esa loca de Carol no puede ir muy lejos, no tiene dinero –Sebastián estaba tratando de animar a su amigo. 

Por unos segundos todos quedaron en silencio, Joaquín parecía estar perdido pero en realidad su mente pensaba en todas las posibilidades que tenía. Carol se había ido con Damián y solo había dejado una carta donde no le decía mucho, solo que había decidido probar fortuna lejos de allí. De repente reaccionó y subió a la camioneta, Sebastián lo siguió. –¿A dónde vas? 

–A buscar a mi hijo –respondió con mucha seguridad. 

–¿Pero a dónde? 

–Al pueblo, de allí salen los autobuses, no creo que se haya ido por otro medio. 

–Los autobuses salen después de las seis –Joaquín asintió–. Voy contigo –Sebastián subió a la camioneta y Joaquín aceleró. 

Las mujeres se quedaron llorando mientras Guillermo trataba de calmarlas. Las llevó de regreso a casa, cuando entraron, Rosa María y Eleazar salieron de la oficina al escucharlas llorar, el hombre quiso saber qué sucedía, Guillermo prefirió no intervenir, sabía que tanto Joaquín como Carol y el niño no eran del agrado del viejo por el problema que habían protagonizado años atrás. Aurora se acercó llorando. –¡Ayúdalo, por favor! –dijo en medio del llanto y Luisa no podía articular palabra, Eleazar miró a Guillermo con la clara intención de que este explicara pero seguía sin hablar. 

–¿Qué es lo que está sucediendo? –pregunto directamente. 

–Carol se llevó al niño y solo le dejó una carta a Joaquín –finalmente se atrevió a hablar. 

–¿Tanto alboroto porque esa mujer se llevó a ese mocoso? –intervino Rosa María de la manera más arrogante que pudo–. Eso debió hacerlo hace años. 

–¡Por Dios, Rosa María! –Luisa la reprendió–. Estás hablando de tu... 

–¡Cállate Luisa! –interrumpió Eleazar para que no finalizara la frase, aunque Guillermo estaba al tanto de los rumores. 

–¡Por favor, ayúdalo! No permitas que se lleve a Damián –Aurora no dejaba de llorar y cayó de rodillas frente a Eleazar, suplicándole. El hombre la levantó y la abrazó con cariño pero su gesto duro no cambió. Entró con ella a su oficina, aun abrazados y cerró la puerta con llave.

 Continuó abrazado a ella por un buen rato hasta que calmó sus sollozos. Aurora pidió ayuda a Eleazar pero este se negaba, no porque no quisiera ayudarla sino porque no sabía cómo hacerlo. –¡Que no puedo mujer, entiende! 

–Claro que puedes –sin dejar de derramar lágrimas–. Conoces gente, tienes influencia y todos te escuchan –Eleazar era uno de los hombres más influyentes en el pueblo junto a otros tres hombres más. Bajó la cabeza considerando si debía usar esa influencia o no y Aurora aprovechó su silencio para continuar–. Si no quieres ayudar a Joaquín, entonces ayuda a Damián… Sabes que Carol nunca ganará el premio a la madre del año, y si no quieres ayudarlo como a tu hijo, ayúdalo como a mi nieto, porque para Joaquín es su hijo y para mí, es mi nieto. 

Eleazar quedó en silencio por unos minutos y luego llamó desde su celular. –Ven a mi oficina, tengo un trabajo urgente para ti. 



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