El Pequeño Magnate I - Secretos y Revelaciones

domingo, 11 de noviembre de 2018

Blanco y Negro... ¿Y el Gris? cap. 20


BLANCO Y NEGRO… ¿Y EL GRIS?



MAG



Historia

 


CAPÍTULO 20



JULIANA



            Me desperté sobresaltada cuando escuché el celular, no supe en qué momento me había dormido pero al ver a Esteban a mi lado recordé que los niños estaban con Armando. Mi alma se congeló cuando vi que era él quien llamaba, para hacerlo a esa hora solo podía ser una emergencia, y justo tenía que pasar el día que Esteban se quedaba a dormir por primera vez en mi casa, seguro que Armando me lo reprocharía toda la vida. –¿Qué pasó? –contesté sin poder disimular el desespero en mi voz. 


–Discúlpame si interrumpo tu noche loca con tu noviecito. 


Su saludo me molestó de tal manera que no pude dejarlo continuar. –¿Llamaste solo para saber si estoy cogiendo con Esteban? –estaba tan furiosa que levanté un poco la voz en ese momento despertando a Esteban. 


–Tienes a un adolescente en casa. 


–No voy a tener la misma discusión acerca de la edad de Esteban –estaba indignada ¿Cómo se le ocurría llamar a esa hora para reclamarme? 


–Me importa una mierda la edad de tu novio, te digo que tienes a un adolescente en casa y no me refiero al que te estás cogiendo sino al que está durmiendo en la habitación de Diego, y que él ayudó a entrar –me gritó al otro lado de la línea. 


–¿Qué? –no entendía nada ¿De qué estaba hablando? A medida que me explicaba, ya un poco más calmado, no sabía cómo sentirme. Estúpida por reclamarle cosas que no venían al caso. Furiosa por lo que había hecho Diego. Invadida por la presencia en mi casa de un chico del que ni siquiera sabía y que probablemente me había escuchado gritar, con cada orgasmo, hacía unas horas. Eran muchas emociones y todas juntas. Cuando entré en la habitación de mi hijo, me encontré con un chico asustado, quizás tanto como lo estaba yo. Horas antes le había dicho a su padre que no lo había visto y no había mentido, pero ahora lo tenía frente a mí y no tenía idea de cómo iba a tomarlo su familia–. Aquí está –le dije a Armando, aun con el celular en mi oreja–. Te llamo luego –y sin esperar finalicé la llamada. 






                        PETER



            Cuando la señora Juliana entró en la habitación me levanté de un salto, por su cara supe que no esperaba verme aquí. Hablaba por teléfono con alguien y apenas se despidió. Un hombre joven sin camisa y en bóxer llegó más atrás, supuse que era su novio y supe porque Diego hablaba así de él. Era bastante joven. –Por favor no llame a mi papá –le rogué apenas con poco aliento. 


Ella se sentó en la cama y me dijo que hiciera lo mismo, le pidió a su novio que nos dejara solos pero él no quería, al contrario, quería llamar a la policía, pero ella se negó. Estuvimos hablando por un buen rato, por supuesto, ella me preguntó porque había escapado y yo le conté cómo estaban las cosas en mi casa. No quería llorar pero no pude evitarlo. Hablar de mis problemas y de cómo me siento que mi papá ya no me quiere, no es fácil. Pero ella supo consolarme y me hizo entender que separados o no los padres siempre quieren a sus hijos y me puso como ejemplo al señor Armando. Yo lo veía medio gruñón pero ella a pesar de estar divorciados o separados, me habló muy bien de él y como es con Diego, Saraí y Jonathan y me dio valor para llamar a mi papá, aunque yo me moría de miedo. Conociendo a mi papá, al saber que estaba bien y que no me había pasado nada. Seguro, seguro me mataba él mismo. 


La señora Juliana me prestó su celular para llamarlo. Cuando escuché la voz desesperada de mi papá diciendo mi nombre al otro lado del cel sin saber si era yo o no, me sentí muy mal y volví a llorar mientras le contestaba. –It’s me daddy, I’m ok.






                DIEGO


      Mi papá nos metió a todos en el carro y fuimos a casa de mi mamá, no sé si nos llevó por la hora que era o porque tenía miedo de que yo volviera a meter la pata de la forma que lo hice. Aunque creo que nos llevó porque tenía el presentimiento, como yo, de que algo iba a pasar. 


Cuando llegamos había mucha gente y muchas luces de policías alrededor de mi casa. Mi papá y yo bajamos del carro enseguida, Saraí y Johnny lo hicieron después. Justo en ese momento estaban metiendo al baboso novio de mi mamá a un carro de la policía. Estaba esposado igual que ella, cuando la vi me llené de rabia y me dieron ganas de matar a Peter, estaba enojado con él y quería matarlo. La policía creía que mi mamá tenía algo que ver con su escape y no era así, yo tenía que hacer algo. 


Corrí para alejar al policía de mi mamá que intentaba meterla en el carro, pero otro policía me detuvo. Saraí y Johnny gritaban. Mi papá se acercó al policía que tenía a mi mamá. –¡Suelta a mi esposa hijo de puta! –le gritó y vi cómo le dio un puñetazo que lo hizo sangrar. Otros policías sostuvieron a mi papá para que no siguiera golpeando al hombre, eso distrajo al imbécil que me había agarrado a mí, me acerqué a mi mamá y otro policía me agarró y me separó de ella. 


–¡El único que puede arreglar esto es Peter! –gritó Saraí no sé desde dónde. Pero yo no sabía dónde estaba ese idiota y si lo veía lo mataba. 


El carro donde iban mi mamá y su novio desapareció al doblar en la esquina, a mi papá también lo querían meter en otro, pero él levantó las manos y se calmó un poco, disculpándose con todos. Un tipo que no estaba vestido de policía se acercó a él, estuvieron hablando por un rato pero solo escuché la última parte. –¿Si quieren detener a alguien, por qué no se llevan a Diego? –le gritó al hombre mientras me señalaba. Yo no lo podía creer ¿Mi papá quería que me llevaran preso? Sabía que había metido la pata pero no pensé que mi papá me quisiera ver preso y eso me dolió mucho–. Él ayudó a su amigo a escapar, pregúntenle… Mi esposa es inocente, no hizo nada. 


El hombre se acercó a mí y yo creía que iba a vomitar, sentí mi estómago revuelto del mismo modo cuando sabía que me castigarían.




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