El Pequeño Magnate I - Secretos y Revelaciones

domingo, 11 de noviembre de 2018

Blanco y Negro... ¿Y el Gris? Cap. 19


BLANCO Y NEGRO… ¿Y EL GRIS?



MAG



Historia

 


CAPÍTULO 19




JOSEPH



Estaba desesperado, lo busqué por toda la casa mientras llamaba a su celular, sin obtener respuesta. Leeanne también estaba desesperada, ambos gritábamos buscando respuestas que ninguno tenía. Salí para hablar con Manuel, tal vez él lo hubiera visto salir o llevado a algún sitio para luego recogerlo pero no lo había visto desde que lo trajera de la escuela. 


No era normal que Peter saliera de casa sin decir nada, nunca lo había hecho y hasta donde sabía no había hecho amigos en la escuela. Sé que ha ido a casa de un niño para estudiar a pocas calles de aquí, pero sé que es el mismo niño con el que ha peleado. En ese momento me lamenté no estar más cerca de mi hijo, desde que llegamos a este país lo único que he hecho es trabajar y meterme bajo las faldas de Maira. He descuidado a toda mi familia, no tengo idea de lo que ha pasado con ellos las últimas semanas y hasta amenacé a mi hijo con enviarlo a una academia militar. 


Hice que Manuel me llevara hasta la casa del chico que estudiaba con Peter, durante todo el camino no dejé de llamarlo pero siempre me desviaba al buzón de mensajes. Después del décimo quinto intento la llamada caía directamente al buzón. Había apagado el celular, no quería que lo encontraran. Hablé con la madre del niño, la mujer entendió mi desespero al saber que Peter había desaparecido, fue muy amable pero a la vez fue de muy poca ayuda. 


Regresé a casa y encontré a mi esposa e hija llorando en el sofá. Al igual que yo, Leeanne no había dejado de llamarlo pero tampoco pudo comunicarse. Llamé a la policía y luego al embajador, sabía que John me daría todo su apoyo en la búsqueda de Peter. 


En menos de quince minutos tenía a varias equipos de seguridad en mi casa, todo el mundo hacía preguntas, una y otra vez las mismas preguntas. Ayudaba el hecho de trabajar para la embajada americana. Después de unas horas, dos o tres, no recuerdo bien, la mayoría de las personas se retiraron. Todos llevaban fotos de Peter, iniciarían una búsqueda de casa en casa por todo el vecindario y los alrededores. Al menos unas seis personas se quedaron en casa, con equipos de alta tecnología montados para intervenir los teléfonos y rastrear las llamadas en caso de que mi hijo hubiera sido víctima de un secuestro. 


Lo que más me destrozaba era ver a mi esposa desconsolada, culpándose una y otra vez por la desaparición de Peter. No paraba de decir que todo se debía a la discusión que habían tenido por la tarde. Me senté a su lado y la abracé sin decir nada ¿Qué podía decirle? Si ni siquiera yo tenía palabras de consuelo para mí. Sentía la misma sensación de vacío que había sentido por la tarde cuando recibí la llamada de Kelly, como si hubiera sido un presagio. 


Sentía  como si algo me faltara, o más bien alguien… mi hijo.






DIEGO



Estábamos en el centro comercial comiendo hamburguesas y papas fritas antes de la película, mi papá estaba en las nubes, pero eso no era muy extraño, siempre que tenía problemas en el trabajo era lo mismo, como si estuviéramos solos. Recibí un mensaje de texto de Peter, quería hablar conmigo pero sin testigos, así que se me ocurrió decir que iba al baño y Johnny se antojó, ni modo, fui con el enano y mientras él estaba en el baño aproveché para hablar con Peter. –¿Qué pasó? ¿Cuál es la urgencia? 


–Me escapé de casa y no tengo a donde ir –me soltó así como así, no estaba preparado para eso. 


–¡¿Qué?! ¿Por qué? ¿Te volviste loco? –definitivamente se había vuelto loco, no había otra explicación. 


–Ya no aguanto más, estoy cansado de las peleas y sé que son por mi culpa –entendía como se sentía pero había tomado la decisión incorrecta, eso seguro. Se estaba metiendo en más problemas de los que ya tenía. 


–Cálmate. Hay que buscar la forma de resolver el desastre que causaste. 


–Sé que no es lo más brillante que he hecho, pero... –cuando dijo eso ya estaba llorando, no sé por qué tiene que llorar, somos hombres, se supone que no debemos llorar. 


–Mira, voy a pasar el fin de semana con mi papá, pero podrías ir a mi casa y quedarte en mi habitación, mientras no hagas ruido mi mamá no entrará y se dará cuenta. 


–¿Es seguro? 


–Es más seguro que estés en mi casa a que pases la noche en una plaza. 


–¿Y cómo haré para entrar? 


–Estoy en el ccct, vamos a ver una película, así que estaremos aquí hasta las diez más o menos, avísame cuando llegues. 


No sé si entendía la magnitud de todo, pero lo que sí fue seguro fue mi cambio, pasé de estar muy animado a estar como mi papá, en las nubes. No dejé de pensar en cómo se sentía Peter, quería ayudarlo y lo iba a hacer pero estaba seguro que al mismo tiempo me metía en problemas muy grandes. La única que se dio cuenta de mi cambio después de “ir al baño” fue Saraí y como siempre no podía mantener la boca cerrada, sacó a mi papá de su nube para decirle que ahora yo estaba en la nube, que algo me pasaba. ¡Por Dios! ¿Qué podía hacer él? Saraí a veces no piensa las cosas, de verdad me saca de mis casillas su actitud. 


En medio de la película salí para ir al baño, Saraí me miró sin creerlo me conoce bien y sabe que odio perderme la película y que jamás salgo en medio de una, pero mi papá seguía en las nubes y eso era lo que me importaba. Me encontré con Peter en uno de los pisos del estacionamiento, no quería dejarse ver de nadie y lo entendía, cuando te escapas de casa lo último que quieres es ser encontrado. –Te ves mal –y la verdad así era, se notaba que había llorado y no lo estaba pasando bien. 


–Estaré bien. 


Asentí no muy convencido. –Toma –le di las llaves de mi casa–. Espera al menos media hora luego de que se apaguen todas las luces, si no haces ruido, mi mamá no se despertará, te lo garantizo –asintió pero no dijo nada–. Sabes que estamos metiéndonos en muchos problemas ¿Verdad? 


Estuvo un buen rato sin decir nada como pensando qué decir, de repente me miró. –Me iré lo antes posible, solo necesito tiempo para reunir el dinero. 


–¿A dónde irás? 


–No sé. 


–Debo regresar, se supone que estoy en el baño. 


–Gracias –me extendió su mano, pero yo no la estreché sino que la golpeé y le ofrecí mi puño, él regresó el gesto.



Eso fue lo que pasó esta noche, ahora son las dos de la mañana y no he podido dormir, en verdad Peter estaba molestándome mucho, o decía cosas que me hacían pensar o peor, hacía cosas que me hacían pensar, cuestionarme si estaba haciendo lo correcto o no. Yo jamás me he cuestionado nada, mi especialidad era meterme en problemas menores, romperle la nariz a alguien en la escuela, molestar a Saraí en casa, dar algunas respuestas groseras pero jamás, jamás ayudar a un prófugo a esconderse. En fin, me levanté para tomar agua y encontré a mi papá sentado en el sofá, con un vaso en la mano, whisky, eso era lo que él siempre bebía. –¿Qué haces despierto a esta hora? –me preguntó, no parecía borracho pero sí se notaba serio. 


–No puedo dormir, vine por agua –no me dijo nada, ni siquiera hizo ningún movimiento–. Pa… ¿Qué harías si alguno de nosotros despareciera? –me aventuré a preguntar, no es que mi papá fuese como el papá de Peter pero tal vez pensaban igual. 


–Esa sería la gota que derramaría el vaso –creí que se había enojado, esa era la frase que siempre decía cuando me metía en problemas y él debía castigarme–. Me volvería loco, no sería capaz de valerme por mí mismo porque solo pensaría en encontrarlos –quedé en silencio por un rato, pensando en eso–. ¿Estás pensando en escapar? 


–No –respondí muy rápido pero me quedé pensando. 


Me senté en el sofá y él extendió su brazo. –Ven aquí –me abrazó mientras me acariciaba el pelo–. Prométeme que nunca escaparás. 


–No voy a escapar, lo prometo –y fue cuando me llené de valor–. Pa, si te digo algo, ¿Prometes no enojarte? 


Se tensó y dejó su vaso en la mesa de centro. –¿Qué hiciste ahora? –me molestó que preguntara de esa forma, como si fuera normal que yo me metiera en líos y esperara por ellos. 


–Yo no hice nada, pero puede que sea cómplice. 


–¿Cómplice de quién? –en ese momento me retracté de haber hablado, ya no quería seguir, estaba traicionando a un amigo. Sí, ya se, Peter y yo no somos unidos pero comenzaba a tener afinidad con él, teníamos más cosas en común de lo que pensé al principio–. ¿Diego? 


–De Peter. 


–¿Quién es Peter? –para entonces papá me miraba fijamente, y odio cuando hace eso, es como si quisiera ver a través de mis ojos. 


–El gringo –el ladeó la cabeza como esperando más información–. El nuevo. 


–¿El chico al que golpeaste? –asentí–. ¿Qué hicieron? 


–Peter huyó de su casa y yo sé dónde está –papá se levantó y comenzó a pasearse por el salón con las manos en la cintura, estaba enojado, de eso no había dudas. 


Después de varias vueltas se detuvo. –¿Dónde está Peter? –y ahí estaba de nuevo esa sensación de traicionar a un amigo, me mordí el labio inferior como si ese gesto evitara que mi boca hablara más de la cuenta, pero ya no podía evitar el interrogatorio–. ¿Diego? 


–Está en casa de mamá, yo le di mis llaves. 


–¡¿Que hiciste qué?! –la mirada de papá era la misma mirada asesina que tenía cuando iba a castigarme, sabía que ese era mi fin. Su grito despertó a mis hermanos que llegaron al salón a los pocos segundos. 

Yo estaba muerto, mi papá me iba a matar.






        ARMANDO



Lo que Diego había hecho no tenía nombre, o más bien, sí tenía, “la cagada más grande de su vida”. ¿Cómo se le ocurre a ayudar a su amigo a escapar de su casa? Y no solo eso, sino ¡Meterlo en casa de Juliana! ¿Pero es que acaso no piensa las cosas? 


Después de gritarle todo lo que pensaba y que, de todas, esta era la peor de todas las tonterías que había hecho, me di cuenta de que había despertado a Saraí y a Jonathan. Ellos no tenían la culpa de lo tonto que su hermano a veces. Mandarlos a dormir era perder el tiempo, sabían que algo grande había pasado. 


Los dejé en el salón y me fui a la cocina, pensando en cómo solucionar semejante cagada. Me llené de paciencia porque sabía que las discusiones apenas comenzaban, y llamé a Juliana. 



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