El Pequeño Magnate I - Secretos y Revelaciones

domingo, 11 de noviembre de 2018

3 Rosas: Cap.19


3 ROSAS



MAG



Historia

 


CAPÍTULO 19


Los hermanos entienden.



Alejandro llegó a su casa justo a mediodía, cuando su madre y sus hermanos almorzaban. La primera en darse cuenta de su estado fue su hermana Mónica, sorprendida preguntó qué le había pasado. Su madre se levantó bruscamente, como era de esperar, muy nerviosa. Examinó sus heridas que ya empezaban a inflamarse. Alejandro intentó mantenerse inexpresivo pero no pudo evitar algunas muecas de dolor. –¿Qué te pasó? –preguntó Juan José entre preocupado y molesto. 


–Nada, solo una pequeña pelea. 


–¿Pequeña? –preguntó su hermana levantando una ceja. 


Alejandro la miró furioso mientras continuaba haciendo muecas intentaba hablarle a su madre. –¡Mamá! Mamá, ya no me toques que me duele. 


–Mónica, llama a Juan Daniel, que venga a examinarlo. 


–No hay fracturas, solo contusiones. 


–Mónica, llámalo. 


–Mamá, no hace falta, ya te dije, solo son contusiones, yo sé qué debo hacer. 


–La pregunta es, si lo harás –intervino Juan José. 


Alejandro le dirigió una mirada asesina. –Mejor te ahorras tus comentarios, otra pelea el día de hoy no me importaría. 


–Ya basta, Alejandro… 


–Eso digo yo, mamá –la interrumpió–. Ya basta, sigan comiendo como si nada hubiera pasado. 


–¿Pero, es que no te has visto en un espejo? 


–Sí mama, ya lo hice y voy a arreglarlo –retirándose a su habitación. 


–¡Que se joda! –dijo Juan Saúl, el otro hermano que solo se había limitado a observar. 


–Juan Saúl, por favor, esos comentarios... 


–Es la verdad, mamá. Si se peleó, es su problema. Si no quiere atención médica, es su problema. Solo le agradezco que no me arruine el almuerzo. 


–Voy a ver qué le pasa –dijo Juan José y se retiró. 


Llegó a la habitación de Alejandro y lo vio preparando todo lo necesario para la cura de las heridas, gasas, algodón, alcohol, solución yodada, jeringas, etc. lo vio ir de un lado a otro sin decir nada hasta que todo estuvo listo. Quiso hablar pero prefirió esperar un poco más, conocía a Alejandro y sabía que si presionaba, su hermano no diría nada. Alejandro comenzó a limpiar sus heridas frente al espejo, intentaba no hacerle notar el dolor que le producía el simple toque de la gasa con yodo. –¿Te quedarás ahí todo el día sin hablar? ¡Vamos! Di lo que quieres decir –sin apartar la vista del espejo. 


–Estoy esperando que tú me digas qué pasó. 


–Tuve una pelea con el imbécil de Morales. 


–¿Otra vez por Teresa? Sabes que ella... 


–No, no fue por Teresa –lo interrumpió. Juan José iba a preguntar pero Alejandro continuó–. Fue por Rosa Paula. 


–¿Rosa Paula? ¿Por qué por ella? –sin entender. 


Alejandro reanudó su tarea frente al espejo. –Rosa Paula y yo somos novios –dijo como quien responde cuando alguien pregunta la hora–. El fantoche nos vio besándonos y se puso celoso. Terminamos peleando y con una advertencia de Don Eleazar. 


–¿Eres novio de Rosa Paula? –de todo lo que había dicho Alejandro, Juan José solo había escuchado una parte y no lo podía creer. 


–Sí… después de eso su primo también nos vio besándonos y me golpeó. 


–¿Joaquín? –Alejandro asintió–. ¿Por qué? 


–Supongo que… es muy protector con su prima –dijo sin querer revelar las verdaderas intenciones del joven. 


Juan José se sentó en la cama y cubrió su cara con sus manos, intentaba asimilar toda esa información. No entendía cómo había llegado a ser novio de su cuñada, si hasta donde sabía su primer encuentro había salido terrible y se habían peleado. Su hermano tuvo que disculparse con ella por ese incidente. Se levantó bruscamente y se recostó en la pared al lado del espejo. Sabía que Alejandro estaba pendiente de él aunque no lo mirara. –Mira… no entiendo por qué tomaste la decisión tan precipitada de involucrarte con alguien con tan poco tiempo de haber terminado con Teresa –Alejandro carraspeó dando a entender que no quería hablar de su exnovia–. Pero entiendo por qué elegiste a Rosa Paula, es una mujer muy bonita… no tanto como Elena, pero es hermosa, y así como es hermosa, es difícil. Tiene un carácter... 


La risa espontánea de Alejandro lo interrumpió. –Lo sé, es todo un caso. 


–Sí y eso que yo solo la conozco por referencia, por lo que me dice Elena. 


–Sé lo que hago –dijo mirándolo a los ojos–. Sé dónde me estoy metiendo –Juan José no dijo nada más, volvió a sentarse en la cama. Estuvo pendiente de lo que hacía Alejandro con sus heridas, como evaluando si hacía un buen trabajo–. ¿Podrías dejarme solo? –sin dejar de mirar al espejo–. Quiero terminar con esto y descansar un poco. 


–¿Seguro que estás bien? –mientras se acercaba a la puerta. 


–Sí –mirándolo fijamente. Hizo una pausa demasiado larga para el gusto del menor–. Estoy bien –no muy convencido. 

 Una vez solo en su habitación, terminó de limpiar y curar las heridas, preparó una inyección para aliviar el dolor y disminuir la inflamación. Había sido un día muy movido desde el inicio y quería que terminara.





Eleazar miraba desde la ventana de su oficina, no podía apartar la vista de su hija menor, que continuaba sentada en las bancas del jardín. Ese día no había podido trabajar entre tanto alboroto con los hombres alrededor de su hija. Pensaba hablar seriamente con ella acerca de su repentino noviazgo con Alejandro Zamora, el joven no era mal muchacho pero sabía que estaba enojado y eso no le gustaba, podría estar usando a su hija para olvidar a su exnovia o peor aún, para darle celos y provocarla.


Vio que su hija mayor se acercaba donde estaba la menor, sonrió al ver que se sentaba y se abrazaban. 


Rosa María llegó donde estaba Rosa Paula sentada, estaba seria, a la menor le pareció extraña su actitud, se sentó y la abrazó sin decir nada y comenzó a llorar. Sin dejar de abrazarla Rosa Paula le preguntó qué pasaba, pero era tal el llanto que no le permitía hablar. –Cálmate, me estas preocupando –le dijo separándose un poco. 


–¡Perdóname! ¡Por favor, perdóname! 


–¿Que te perdone, qué? No entiendo. 


–Yo… yo debí cuidarte, Pipe tiene razón, mi deber era protegerte. 


–Rosa María... 


–Hice un trato con Mario, no debí hacerlo, sé que es una mala persona y prácticamente te estaba vendiendo a él. 


–¿Cómo dices? –frunciendo el ceño. 


–¡Perdóname! –sin dejar de llorar. 


–Cálmate, por favor. Déjame entender ¿Tú hiciste un trato con Mario? –Rosa María asintió–. ¿Qué clase de trato? 


La mayor de Las Rosas respiró profundo y tardó un poco en calmarse antes de hablar. –Le ofrecí ayudarlo a enamorarte, prácticamente empujarte hacia él, de esa forma me ayudaría a recuperar a Pipe –renovando el llanto. 


–Rosa María, cálmate… No voy a involucrarme con Mario, ahora estoy con Alejandro. 


–Lo sé, me lo dijo, y me alegro de la golpiza que recibió –riendo entre el llanto. 


–Sí, fue una pelea horrible –recordó la joven–. Admito que me gusta, pero sé que no es buena persona, todo el mundo lo dice y más que bien me hará daño si me relaciono con él. No tienes por qué sentirte mal, tú amas a Felipe y lo más seguro es que Mario se haya aprovechado de eso. 


–Pero es que... 


–Pero nada –la abrazo nuevamente–. Alejandro es mi novio y estoy segura que después de hoy Mario no se me acercará de nuevo. 


Rosa Elena se acercó a sus hermanas de manera tímida, como era natural en ella. Imaginaba que estaban tratando algún tema delicado para ambas, sus hermanas no eran muy unidas pero en ese momento parecían ser muy cercanas, por la forma como se abrazaban. –¿Puedo? –preguntó con cautela. 


–Claro –respondió Rosa Paula muy sonriente mientras Rosa María se secaba las lágrimas–. Siéntate, que tenemos que buscar la forma de reconciliar a estos tortolitos. 


–Eso es urgente, ya no quiero ver lágrimas en esta casa –se sentó entre las dos hermanas y las abrazó. 


Eleazar desde su ventana veía como sus Tres Rosas volvían a estar juntas como antes. Cada una podía ser muy diferente de las otras pero sabía que en los momentos difíciles siempre se apoyarían. Después de unos minutos las tres jóvenes se levantaron abrazadas y se dirigieron hacia la casa.



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