BLANCO Y NEGRO… ¿Y EL GRIS?
MAG
Historia
CAPÍTULO 18
LEEANNE
El
almuerzo de hoy fue un momento bastante tenso. Después de varios días sin venir
a casa para comer en familia, Joe decidió brindarnos su compañía, supongo que
la mujer con la que está saliendo hoy estaba ocupada.
A
pesar de estar con nosotros parecía estar a kilómetros. Si no hubiera sido por
Kelly, todo el rato hubiera sido insoportable, ni siquiera Peter habló.
Generalmente es callado pero siempre conversamos de cómo estuvo su día, sin
embargo hoy su mirada estaba perdida y en ningún momento miró a Joe o a mí.
Subí
a hablar con él después de un tiempo considerable, esperando que hubiera
terminado de estudiar, estaba con los exámenes finales y sé lo importante que
es para el obtener buenas calificaciones. Me sorprendió encontrarlo en la cama
mirando el techo, no es normal verlo así, tan callado y pensativo. –¿Cómo te
fue hoy en la escuela? –pregunté mientras me sentaba en la cama a su lado.
–Bien
–me dijo muy distante.
–¿Solo
bien? –se encogió de hombros–. Tenemos que hablar –le dije llenándome de valor.
Peter
se incorporó, su expresión no había cambiado. –¿Me vas a decir que tú y papá se
van a divorciar? –no me sorprendió su pregunta, cualquiera que nos conociera
hubiera pensado lo mismo al ver los cambios en las últimas semanas.
–¿Por
qué dices que nos vamos a divorciar? –quería saber exactamente qué pensaba de
todo lo que estaba pasando.
–Los
escuché discutir.
–¿Has
estado espiando otra vez?
–No
hace falta espiarlos, gritan suficiente como para escucharlos aquí… y en la
habitación de Kelly también –la habitación de mi hija estaba un poco más
retirada de la de Joe y yo, si los gritos se escuchaban en su habitación,
quiere decir que realmente estábamos gritábamos durante la discusión–. Por eso
nos iremos a casa de tía Sheyla.
–Joe
y yo no hemos hablado de divorcio…
–Como
dice Diego, todo es cuestión de tiempo –me interrumpió y se dejó caer en la
cama.
–Peter...
–quise explicarle cómo estaban las cosas, pero nuevamente me interrumpió.
–Mamá,
tengo que estudiar Historia, sabes que esa materia no es fácil para mí, tengo
que concentrarme.
–Peter...
–Mamá,
no quiero hablar de eso. Tengo que estudiar y si papá y tú se van a divorciar,
yo nada puedo hacer.
No había
forma de hablar con él, se le había metido en la cabeza que Joe y yo nos vamos
a divorciar. Y sí, Joe y yo hemos sacado el tema a relucir pero nunca estando
los niños en casa, así que no sé de dónde tenía esa información.
JOSEPH
Cuando
llegué al hotel Maira había llegado, siempre llegaba antes que yo y siempre me
esperaba de la manera más sexy, con un hermoso y diminuto conjunto de lencería de
encaje. Tiene muy buen gusto a la hora de elegir ropa interior, sexy y
provocativa. Me sirvió una copa de vino tinto y brindamos por… por nada en
particular, simplemente por estar juntos. Esa mujer me traía loco, era fuego
puro al momento de tener sexo. Teníamos una regla tacita, nunca hablábamos de
nuestras familias pero sí de las cosas que nos gustaban. Quería conocerla, me
atraía no solo en el aspecto físico sino también en el aspecto sentimental, y
eso no era bueno. Sé que debo alejarme de ella, pero algo me lo impide y lo que
temo es que me pueda enamorar.
No
necesité la copa de vino para excitarme, esa mujer era ardiente y me deleitaba
al verla, comenzamos a besarnos, acariciarnos, lentamente me quitó la ropa y yo
hice lo mismo con la poca ropa que me separaba de ella. Llegamos a la cama ya
desnudos, y fue ella quien me guio hasta sus pechos de los cuales disfruté como
nunca había disfrutado. Hicimos el amor… no, tuvimos sexo, no podía
involucrarme de esa forma con ella, yo soy un hombre prohibido y ella una mujer
prohibida. Cada uno tiene su familia y lo que hacemos en esa habitación es solo
deseo carnal, debía verlo de esa manera si quería evitar involucrarme
sentimentalmente. Sin embargo eso no me impidió disfrutarla como otras veces lo
había hecho.
No sabía
qué hora era, pero sí sabía que se acercaba la hora de que cada uno regresara a
casa, estábamos abrazados hablando de sus días en América cuando aún no estaba
casada. Mi celular sonó con el tema que identifica las llamadas de mi casa y me
tensé, no podría explicar lo que sentí en ese momento, como si un vacío se
apoderara de mi cuerpo. –¿Qué sucede? –preguntó Maira cuando me incorporé en la
cama.
–Es
de mi casa –ella se levantó y fue al baño mientras yo contestaba–. Hola.
–Hola,
papi –era la voz de mi hija y se escuchaba muy afectada.
–¿Kelly?
¿Qué sucede, sweetie?
–Mami
y Pepe pelearon y ahora están llorando.
–¿Peter
y mami pelearon? –pregunté pensando que seguro Peter había hecho algo en la
escuela. Era la única forma de que Leeanne le gritara o lo castigara, Kelly dijo
que si con la voz llorosa–. Tranquila, sweetie, seguro que Peter se portó mal.
–No
papi, ellos gritaron que se iban a divorciar –esa palabra disparó mis alarmas,
no sabía hasta qué punto Kelly sabía lo que esa palabra significaba, pero estoy
seguro que Peter sí lo sabe, y seguramente la discusión entre ellos había sido
por lo que Leeanne y yo hemos estado hablando.
En
ese momento comprendí lo que estaba provocando en mi familia y no puedo decir
que me sentí orgulloso de ello. –¿Estás segura que dijeron la palabra
divorciar? –quise confirmarlo, aunque dudarlo era absurdo, dónde más podría
haber escuchado esa palabra y que la afectara tanto.
–Sí,
papi, yo no quiero que mi mamá llore ni que Pepe llore.
–Llego
en un rato sweetie, voy saliendo para la casa.
–No te
tardes –colgué la llamada y comencé a vestirme.
Maira
salió del baño y también se vistió. –¿Problemas? –preguntó con cautela.
–Creo
que sí –poniéndome la camisa.
–Espero
que se solucionen –se acercó y me dio un toque de labios.
–Maira
no sé si debamos... –me puso su índice en mis labios para acallarme.
–Esto
durará lo que deba durar, ni un minuto más –continuó vistiéndose–. Recuerda que
no tenemos ningún compromiso.
Esas
palabras se quedaron en mí, mientras iba hacia mi casa pensaba no solo en la
tarde que había tenido y en esas palabras que no sabía si eran una despedida o
un break en mi relación con Maira, pensaba en cómo estaba haciendo sentir a mi
mujer que sospechaba de mi aventura y como eso estaba afectando a mis hijos, mi
familia. No podía entender como pude caer de nuevo en la tentación, estaba
jugando con fuego y creía que me había quemado o estaba a punto de quemarme.
Llegué
a mi casa y encontré a Leeanne en la cocina preparando la cena, estaba de espaldas
a la puerta y si me oyó llegar, no dio muestras de ello. Me acerqué por detrás y
la abracé, ella se sobresaltó y se tensó. –Joe... –aún estaba llorando, pero yo
no la dejé hablar.
No sabía
lo que había pasado pero tenía que decirle muchas cosas. –Ssshhh… me encanta
como hueles –la besé en el cuello y sus vellos se erizaron, siempre le pasaba,
tenía cosquillas en casi todo el cuerpo y era algo que amaba en ella–. He sido
un idiota, por querer buscar afuera lo que tenía aquí en casa –ella volvió a
tensarse y sentí como más lágrimas cayeron. Estaba confesando mi aventura–. No me
quiero divorciar, Leeanne… Te amo a ti, amo a mis hijos y no quiero perderlos a
ninguno –la giré y la miré a los ojos–. Tú eres la mujer que amo y la que quiero
seguir amando –la besé como hacía tiempo no lo había hecho y la llevé arriba
para hacerle el amor, y esa vez sí hice el amor.
DIEGO
Voy
a tener que dejar de hablarle a Peter, lo único que hace es darme cosas en qué
pensar. No me molesta pensar, me molesta son las cosas en las que pienso
gracias a él.
Mientras
íbamos en el carro del papá de Andrea no podía dejar de pensar en esa estupidez
que dijo Peter de que quiero a mis padres juntos otra vez... por favor, están
separados hace años, yo ya superé eso, pero como él está de maricón llorando
porque sus papás se van a divorciar… Bueno, tal vez sí, tal vez sí quiero que
mis padres estén juntos, pero es lógico, la pasábamos bien cuando éramos una
familia, ahora mi mamá está cogiendo con un niño y seguro que es por sentirse
más joven. Con mi papá estaría mejor…
Gggrrr,
odio a Peter, es su culpa que no tenga nada más en qué pensar. Entiendo que él
esté preocupado, todavía me acuerdo de las constantes peleas que tenían papá y
mamá antes de separarse, eso es lo único que no deseo. Ver como las personas
que más quieres se gritan por todo y por nada te hace sentir mal, además estaba
el asunto de que uno siempre se siente culpable. Claro que sé muy bien cómo se
siente Peter, yo sentí lo mismo y estoy seguro que Saraí también, quizás Johnny
no porque era muy pequeño, pero lo único que uno puede pensar en esos días es “me porte mal y por eso papá y mamá pelean”.
Llegamos
en unos minutos pero yo ni me enteré por estar metido en mis pensamientos,
gracias a Peter. Fue Saraí la que, con un empujón, me sacó no solo de mis
pensamientos sino también del carro. –Ya bájate.
–No
me empujes –le regresé el empujón.
–¿Seguro
que estarán bien? –preguntó el papá de Andrea bajándose del carro, imagino que
para asegurarse que entrábamos en la casa.
–Sí,
gracias señor Soler, mamá seguro llegará en cualquier momento –dijo Saraí
demasiado amable que no me lo creía.
–Gracias
–dijo Johnny cuando bajó del carro.
–De
nada.
Me
acerqué a Andrea que estaba en el asiento del copiloto y no se había bajado. –Te
llamo más tarde para decirte lo del examen del lunes.
–¿Pero
no vas a ir a casa de tu papá más tarde?
–Seguro
que sí, pero igual te llamo –le guiñé el ojo. Ella me sonrió y yo a ella. ¿Que
podía hacer? Estoy enamorado de ella y ella lo sabe pero me hace sufrir.
Cuando
me alejé del carro vi que su padre estaba parado frente a la puerta del piloto
con cara de querer matarme. –¿No vas a entrar? –me preguntó muy serio.
–Sí,
señor… ya… Adiós Andrea –me despedí–. Gracias por traernos.
–De
nada.
Entre
en la casa y subí a mi habitación, había perdido el apetito, entre Peter y
Andrea mi mente estaba demasiado llena que no podía pensar en comer.
LEEANNE
Joe me
sorprendió muchísimo con su actitud. Después de hablar con Peter fui a mi
habitación, necesitaba despejarme un poco, pero una hora después Peter entró de
repente y me confrontó, comenzó a gritar y a vociferar, al principio no
entendía qué le pasaba pero luego comprendí que la conversación que tuve con
él, o más bien la que quise tener con él en su habitación, no la habíamos
terminado. Los dos gritamos mucho y cosas muy fuertes, y cada uno terminó en su
habitación llorando. Hasta que llegó Joe y se comportó como el hombre tierno y
amoroso del cual me enamoré hace diecisiete años.
No
lo dijo con todas las palabras pero entendí que tenía una amante. No pensaba
perdonarlo por ello, pero fue lo que hizo después lo que me llevó a perdonarlo.
Me hizo el amor como la primera vez, como siempre que nos reconciliábamos.
Después de estar juntos nos quedamos un buen rato abrazados, no podíamos darnos
el lujo de permanecer mucho tiempo encerrados en la habitación, sobre todo con
una niña de seis años, muy curiosa, rondando por la casa. Nos duchamos juntos
lo más rápido que las ganas nos dejaron. Debo admitirlo, tenía mucho tiempo
deseándolo y ahora que por fin lo tenía no quería dejarlo ir.
Bajé
para terminar la cena mientras él se quedó mirando la televisión, estaba de muy
buen humor, pensaba que nada podría cambiar mi estado de ánimo. Hasta que llamé
a todos a cenar. La primera en llegar como un huracán fue Kelly, no sabía que
Joe estaba en casa y se emocionó muchísimo cuando lo vio bajando las escaleras,
fue hasta donde estaba y se abalanzó sobre él. Los dos tomaron sus asientos en
el comedor pero Peter no bajaba y supuse que seguía molesto conmigo, iba a
subir para hablarle pero Joe me detuvo y prefirió ir él.
Sus gritos
me alertaron, subí inmediatamente y entré en la habitación de mi hijo. –¿Dónde está
Peter? –preguntó furioso.
–¿Cómo
que dónde está? Tiene que estar aquí, no ha salido –dije desesperada sin
entender por qué me preguntaba por Peter.
–No está
–gritó.
–¡Peter,
Peter! –salió de la habitación gritando.
Lo
buscamos por toda la casa pero no estaba, se había ido y mi mayor temor se hizo
realidad, mi hijo estaba desaparecido.
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