ATRACCIÓN A PRIMERA VISTA
MAG
Relato Corto
Fabián
era un hombre de 33 años, era dueño de un restaurante modesto en el centro de
la ciudad que administraba él mismo, gracias a sus estudios universitarios. Era
un hombre exitoso en muchos aspectos. Su trabajo y su economía iban bien y en
su casa era querido por sus vecinos, tenía muchos amigos. Y en el plano sexual,
mejor era imposible. Desde que se había iniciado en el sexo a los 16 años había
experimentado muchas cosas. Desde, muchas posiciones con mujeres, pasando por
relaciones con hombres, sin llegar a considerarse bisexual, hasta orgias y
fiestas sexuales, así como sesiones sadomasoquistas. No se veía como un experto
en el sexo. Por el contrario, siempre buscaba perfeccionarse y aprender cada
vez más, no solo en el ámbito sexual sino en todos los demás. De allí el éxito
en su trabajo y la relación con sus amigos.
Ángela
era una mujer de 30 años que trabajaba en una tienda de ropa femenina de
imitación muy conocida, y a la que iba mucha gente. Era una vendedora promedio,
atendía alrededor de 25 personas diarias, en su mayoría mujeres y las asesoraba
en cuanto a lo que les convenía según sus gustos, estilo y economía. Había
tenido una niñez difícil, con un padre alcohólico y una madre sumisa. En su
adolescencia se había refugiado en sí misma, no fue la popular de la escuela ni
la primera de su clase. Para los demás era invisible, nadie reparaba en ella y
eso lo agradecía internamente. Durante sus años de universidad se enamoró del
hijo del rector, con el cual tuvo una relación de casi un año. Creyendo que éste
también sentía amor por ella, se entregó una noche donde los tragos habían
protagonizado una gran fiesta, pero él solo se había burlado de ella. Después
de esa noche de sexo y pasión no volvió a llamarla ni a verla, lo que provoco
una gran depresión y, posteriormente, una aversión por los hombres.
Ese
día había sido difícil para ambos. Fabián había recibido una llamada de su
hermana donde le dijo que su padre estaba en cama producto de un ACV, él debía
viajar de imprevisto al día siguiente. Ya lo tenía todo preparado, saldría en
el vuelo de las 6 am. Había dejado a su mano derecha y mejor amigo, Gian, al
frente del restaurante. No sabía cuántos días tardaría en regresar. Ángela tenía
su consciencia tranquila a pesar de las acusaciones que hiciera la señora Gema,
la dueña de la tienda donde trabajaba. Habían desaparecido algunas prendas y
accesorios y las cámaras no habían captado nada, por lo que sospechaba de que
el robo había sido interno, y si no aparecía la culpable, todas debían pagar el
monto de la mercancía robada. Lo que le molestaba era tener que pagar por algo
que no había robado y algo que no iba a disfrutar.
Sus
vidas se encontraron en el bar que estaba cerca del restaurante de Fabián y la
casa de Ángela, donde se vieron por primera vez. Fabián estaba en la barra
tomando whisky, necesitaba relajarse y pensar en otra cosa que no fuera su
padre, estaba preocupado por la salud de éste pero sabía que era un hombre
mayor y los achaques de la edad serian cada vez más frecuentes. Ángela se sentó
dos sillas más a la izquierda y pidió una cerveza negra a la que le dio un
largo trago. Fabián miró a la mujer, fue consciente de la belleza de ésta,
detalló toda su figura, sus piernas largas y blancas con la minifalda, su cintura
y cadera que acentuaban su figura y la sedosidad de su cabello oscuro. Había
estado con muchas mujeres, de todas las razas, edades, religiones y posición
económica, pero a ésta la veía distinta a las otras. Parecía que estaba allí
sin nada que ocultar. Se acercó para saludarla y le ofreció otra cerveza a lo
que ella se negó. Sin embargo quedó prendida de sus ojos, eran café, pero muy
vivos y juguetones. Detalló su mirada y supo que no era lasciva como la mayoría
de los hombres que la abordaban. Recorrió su cuerpo con la mirada y dedujo que
hacía ejercicios regularmente. No parecía el típico hombre que ella odiaba,
aquel que solo busca sexo para saciarse y sentirse el macho alfa de la
relación. Ella tampoco era como las mujeres con las que él había estado. Algo
dentro de sí le decía que era frágil y vulnerable. –¿Sabes, qué me gustaría
hacer contigo? –preguntó luego de la tercera cerveza que se negaba a aceptar de
su parte.
Ángela
se imaginó que él querría lo mismo que todos, aunque esperaba una propuesta
diferente a las de siempre. –¿Una noche de sexo conmigo? –respondió sin
mirarlo–. Siempre es igual.
–Pues
no, quiero cenar contigo.
Ella
seguía sin mirarlo cuando se aventuró a decir. –Y luego tener sexo conmigo.
–Pues
no, me gustaría conocerte primero. Saber qué te gusta y qué no y cuando no haya
nada por saber, entonces hacerte el amor.
Ella
se carcajeó. –¿Hacerme el amor? ¿Así le dices a tener sexo?
–He
tenido sexo con muchas mujeres… y hombres… y he experimentado algunas cosas más,
pero a ti quiero hacerte el amor.
Ella
lo miró entre la sorpresa y la admiración, era el primero que le hablaba de esa
manera, tan… sincera. –¿Quieres invitarme a cenar, conocerme más y luego
hacerme el amor?
–Sí.
Esta es mi tarjeta, llámame.
Ella
volvió a reír. –¿Crees que iré detrás de ti?
–Hoy
no podré cumplir con la cena, debo preparar un viaje fuera de la ciudad para
mañana. Pero me gustaría recibir tu llamada y acordar una cita a mi regreso.
–¿Y qué
pasa si no te llamo?
–No pasará
nada… No cenaremos juntos, no podré conocerte y por supuesto no podré hacerte
el amor.
–¡Pobrecito,
que pena!
–Sí,
es una pena, porque realmente quiero conocerte.
–¿Para
hacerme el amor?
–No,
para saber si tú quieres hacerlo conmigo… Además nunca le pides el número a una
dama –ella se sorprendió por el comentario–. Ahora, con mucha pena debo
retirarme –dejó unos billetes sobre la barra que cubrían su consumo y salió del
bar. Ángela miró la tarjeta fijamente y leyó su nombre.
Fabián
estaba cruzando la calle cuando su celular sonó, no reconoció el número pero
aun así contestó, una voz femenina se identificó. –Mi nombre es Ángela ¿Cuándo
regresas de tu viaje?
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