El Pequeño Magnate I - Secretos y Revelaciones

jueves, 4 de enero de 2018

3 Rosas: Cap. 14



3 ROSAS

MAG

Historia

 

CAPÍTULO 14


Celos 1.





Alejandro llegó a El Rosal dos horas después de haber hablado con la menor de las hermanas. No estaba seguro si la joven estaría en casa, pero no sabía dónde más podía encontrarla. Una de las muchachas de servicio lo atendió amablemente y fue en busca de la jovencita mientras él esperaba en el salón. Cuando Rosa Paula llegó donde estaba la instó a salir, quería hablar en privado sin temor de que nadie más escuchara y creyó que el jardín de la casa, bastante amplio, era un buen lugar. 


La chica comenzó a caminar alrededor de las primeras flores del  jardín mientras un furioso Alejandro reclamaba su comportamiento de la mañana. Rosa Paula parecía no prestar atención a lo que decía. Por el contrario, se veía muy interesada en las flores y los bellos colores de éstas. 


A medida que hablaba, Alejandro estaba cada vez más furioso. –¿Estás escuchándome? –preguntó al tiempo que la agarraba por el codo y la hacía girar. 


–¿Funcionó o no funcionó? –Alejandro no entendió lo que quería decir–. ¿Las personas en el restaurante creyeron que éramos pareja o no? 


–Sí, lo creyeron –respondió molesto–. De hecho a esta hora todos en el pueblo deben estar hablando de nosotros. 


–¡Que bueno! –exclamó con entusiasmo. 


–Tú estás loca ¿Verdad? 


–No –dijo muy tranquila–. Eso quiere decir que tu ex ya debe saber que tú estás en proceso de olvidarla, y Mario ya debe saber que nada debe buscar aquí –comentó sonriente. 


–Sí, estás loca. 


Rosa Paula suspiró. Intentó explicarle una vez más a Alejandro cuáles eran sus planes originalmente. Si se obtenía algún otro beneficio de ello ¿Por qué no aprovecharlo?. La joven había vivido en una ciudad desarrollada como París y conocía otras tantas de Europa, veía todo de modo práctico y al más mínimo detalle pretendía sacarle provecho, por lo que su plan le resultaba no descabellado, sino útil, tanto para Alejandro como para ella.


Esa misma practicidad intentó hacérsela entender al joven. El beneficio para ambos era mucho mayor que el sacrificio que estaban haciendo. Solo tendría que fingir ser pareja delante de la gente. Salir a cenar o al cine uno que otro día, caminar por el río tomados de la mano mientras algunos trabajadores observan, etc. No le estaba pidiendo besos, flores, chocolates ni sexo, ni siquiera le pedía que recordara alguna fecha importante. 


–¡Está bien! Digamos que acepto. 


–¡Que bien! Porque ahora tienes que besarme –lo interrumpió mientras sonreía ampliamente. 


–Acabas de decir que... 


–Sé lo que acabo de decir, pero Mario viene hacia acá y que mejor que un beso para sellar nuestro pacto y que él lo vea como muestra de afecto. 


–Si me golpea… 


–Si te golpea, tú lo golpeas. Ahora, bésame –sin perder la sonrisa. 


Alejandro la acercó a él y la abrazó, comenzó mordiendo con suavidad su labio inferior y luego la lengua se abrió paso para explorar su boca y juguetear con su lengua. Rosa Paula no esperaba ese tipo de beso por parte del joven. Lo había percibido como un hombre tímido, pacífico y hasta soso. A pesar de su físico atractivo no había visto en él ninguna chispa que atrajera a las mujeres, sin embargo el beso estaba cambiando su forma de pensar. Era un beso tierno pero para nada delicado, tenía impresa una fuerza y pasión que sabía no era hacia ella sino a la mujer que aun amaba, su exnovia. 


Como todos lo esperaban, Mario llegó corriendo y los separó bruscamente empujando a Alejandro, éste le devolvió el empujón y cuando iban a enzarzarse en una pelea, la jovencita se interpuso separándolos con los brazos extendidos. –Que sea la última vez que te veo con las manos encima de Rosa Paula –gritó Mario fuera de sí. 


–Y si no ¿Qué piensas hacer, Fantoche? –gritó a su vez Alejandro. 


–Voy a partirte la cara, bastardo. 


–¡Ya basta, Mario! –intervino Rosa Paula–. Creí que mi papá te había echado de aquí. 


Por primera vez Mario miró a la joven y para responderle tuvo que calmarse. –Mi padre tiene negocios con tu padre y muchos de esos negocios me los ha encargado a mí. Aunque tu padre no quiera tendrá que verme aquí y reunirse conmigo en algunas ocasiones… además, vine a verte a ti. 


Rosa Paula iba a replicar pero enseguida sintió unas manos fuertes en su cintura que la alejaban de Mario y la voz de Alejandro interviniendo. –Pues, yo no quiero que te le acerques. 


Alejandro la acerco a él abrazándola con su brazo izquierdo mientras la cara de Mario se transfiguraba de la furia. –Un bastardo como tú no es nadie para prohibírmelo –escupió las palabras apretando los dientes. Esperaba que Rosa Paula terminara con esa broma de una vez por todas, pero la joven no hacía nada. 


–Soy su novio –dijo Alejandro muy tranquilo y luego le dio un beso rápido a la joven para confirmar sus palabras. 


Mario sintió su orgullo ofendido y humillado con esas palabras y ese gesto, sin pensarlo se abalanzó sobre Alejandro y lo golpeó. Alejandro ya esperaba esa reacción y aunque recibió el golpe no lo tomó por sorpresa. Empujó a Mario y cuando éste retrocedió le dio un derechazo. Mario volvió a abalanzarse sobre Alejandro y ambos terminaron en el suelo, los dos hombres sangraban. Tenían la boca, la nariz y las cejas partidas. Rosa Paula gritaba desesperada intentando que se detuvieran pero ninguno parecía escucharla. Mario estaba tan furioso por el rechazo de la joven y la noticia de su noviazgo que no medía la fuerza con la que golpeaba. Alejandro por su parte se estaba vengando del engaño sufrido por su exnovia con Mario. Varios trabajadores llegaron y separaron a los jóvenes con mucho esfuerzo. Dos hombres agarraron a Alejandro que se calmó casi enseguida y tres más hicieron falta para contener a Mario que no dejaba de forcejear. La joven no dejaba de llorar, estaba demasiado nerviosa que no podía hablar. Alejandro se acercó para abrazarla de manera protectora, a pesar de sentir que todo era una farsa, su educación no le permitía verla en ese estado. Se sentía culpable de ser el causante de ello. La joven se separó furiosa. 


Eleazar llegó al lugar, estaba tan furioso como los involucrados. Había presenciado todo mientras miraba por la ventana de su oficina, desde el beso de la menor de sus hijas hasta el arrebato de Mario cuando llegó. Lo primero que hizo fue reclamarle al joven, lo había echado el día anterior y allí estaba de nuevo, peleándose con el mismo muchacho. Mario se defendió de la misma forma como lo había hecho con Rosa Paula. Su padre, Miguel Morales, era uno de los principales socios de Eleazar y muchos de esos negocios los manejaba él. Eleazar aceptó las palabras de Mario, estaba consciente de que lo que decía el joven era cierto, aunque no quisiera debía tratar con él en el futuro. Sin embargo una cosa eran los negocios y otra la vida personal y más si se trataba de sus hijas. 


Mario escupió la sangre que se había acumulado en su boca y antes de marcharse lanzó una amenaza a Alejandro. Cuando la pareja se encontró sola con Eleazar, el joven, tan educado como su aspecto le permitía, formalmente pidió que aceptara su relación con su hija. Alejandro había asumido el rol de novio de la joven y en cierta forma lo estaba disfrutando. No sabía si por el beso que le dio o por la pelea con Mario donde pudo descargar parte de la furia que todavía sentía. 


Eleazar los dejó solos después de unos minutos donde habló con autoridad al joven. Le parecía que era muy mayor para la menor de sus Rosas pero estaba siendo optimista y pensaba que de esa forma su hija se olvidaría de regresar a Francia en unos meses. 




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