3 ROSAS
MAG
Historia
CAPÍTULO
14
Celos 1.
Alejandro
llegó a El Rosal dos horas después de
haber hablado con la menor de las hermanas. No estaba seguro si la joven
estaría en casa, pero no sabía dónde más podía encontrarla. Una de las muchachas
de servicio lo atendió amablemente y fue en busca de la jovencita mientras él
esperaba en el salón. Cuando Rosa Paula llegó donde estaba la instó a salir,
quería hablar en privado sin temor de que nadie más escuchara y creyó que el
jardín de la casa, bastante amplio, era un buen lugar.
La
chica comenzó a caminar alrededor de las primeras flores del jardín mientras un furioso Alejandro
reclamaba su comportamiento de la mañana. Rosa Paula parecía no prestar
atención a lo que decía. Por el contrario, se veía muy interesada en las flores
y los bellos colores de éstas.
A
medida que hablaba, Alejandro estaba cada vez más furioso. –¿Estás
escuchándome? –preguntó al tiempo que la agarraba por el codo y la hacía girar.
–¿Funcionó
o no funcionó? –Alejandro no entendió lo que quería decir–. ¿Las personas en el
restaurante creyeron que éramos pareja o no?
–Sí,
lo creyeron –respondió molesto–. De hecho a esta hora todos en el pueblo deben
estar hablando de nosotros.
–¡Que
bueno! –exclamó con entusiasmo.
–Tú
estás loca ¿Verdad?
–No
–dijo muy tranquila–. Eso quiere decir que tu ex ya debe saber que tú estás en
proceso de olvidarla, y Mario ya debe saber que nada debe buscar aquí –comentó
sonriente.
–Sí,
estás loca.
Rosa
Paula suspiró. Intentó explicarle una vez más a Alejandro cuáles eran sus
planes originalmente. Si se obtenía algún otro beneficio de ello ¿Por qué no
aprovecharlo?. La joven había vivido en una ciudad desarrollada como París y
conocía otras tantas de Europa, veía todo de modo práctico y al más mínimo detalle
pretendía sacarle provecho, por lo que su plan le resultaba no descabellado,
sino útil, tanto para Alejandro como para ella.
Esa
misma practicidad intentó hacérsela entender al joven. El beneficio para ambos
era mucho mayor que el sacrificio que estaban haciendo. Solo tendría que fingir
ser pareja delante de la gente. Salir a cenar o al cine uno que otro día,
caminar por el río tomados de la mano mientras algunos trabajadores observan,
etc. No le estaba pidiendo besos, flores, chocolates ni sexo, ni siquiera le
pedía que recordara alguna fecha importante.
–¡Está
bien! Digamos que acepto.
–¡Que
bien! Porque ahora tienes que besarme –lo interrumpió mientras sonreía
ampliamente.
–Acabas
de decir que...
–Sé
lo que acabo de decir, pero Mario viene hacia acá y que mejor que un beso para
sellar nuestro pacto y que él lo vea como muestra de afecto.
–Si
me golpea…
–Si
te golpea, tú lo golpeas. Ahora, bésame –sin perder la sonrisa.
Alejandro
la acercó a él y la abrazó, comenzó mordiendo con suavidad su labio inferior y
luego la lengua se abrió paso para explorar su boca y juguetear con su lengua.
Rosa Paula no esperaba ese tipo de beso por parte del joven. Lo había percibido
como un hombre tímido, pacífico y hasta soso. A pesar de su físico atractivo no
había visto en él ninguna chispa que atrajera a las mujeres, sin embargo el
beso estaba cambiando su forma de pensar. Era un beso tierno pero para nada
delicado, tenía impresa una fuerza y pasión que sabía no era hacia ella sino a
la mujer que aun amaba, su exnovia.
Como
todos lo esperaban, Mario llegó corriendo y los separó bruscamente empujando a
Alejandro, éste le devolvió el empujón y cuando iban a enzarzarse en una pelea,
la jovencita se interpuso separándolos con los brazos extendidos. –Que sea la última
vez que te veo con las manos encima de Rosa Paula –gritó Mario fuera de sí.
–Y
si no ¿Qué piensas hacer, Fantoche? –gritó a su vez Alejandro.
–Voy
a partirte la cara, bastardo.
–¡Ya basta, Mario! –intervino Rosa Paula–. Creí
que mi papá te había echado de aquí.
Por
primera vez Mario miró a la joven y para responderle tuvo que calmarse. –Mi
padre tiene negocios con tu padre y muchos de esos negocios me los ha encargado
a mí. Aunque tu padre no quiera tendrá que verme aquí y reunirse conmigo en algunas
ocasiones… además, vine a verte a ti.
Rosa
Paula iba a replicar pero enseguida sintió unas manos fuertes en su cintura que
la alejaban de Mario y la voz de Alejandro interviniendo. –Pues, yo no quiero
que te le acerques.
Alejandro
la acerco a él abrazándola con su brazo izquierdo mientras la cara de Mario se
transfiguraba de la furia. –Un bastardo como tú no es nadie para prohibírmelo
–escupió las palabras apretando los dientes. Esperaba que Rosa Paula terminara
con esa broma de una vez por todas, pero la joven no hacía nada.
–Soy
su novio –dijo Alejandro muy tranquilo y luego le dio un beso rápido a la joven
para confirmar sus palabras.
Mario
sintió su orgullo ofendido y humillado con esas palabras y ese gesto, sin
pensarlo se abalanzó sobre Alejandro y lo golpeó. Alejandro ya esperaba esa
reacción y aunque recibió el golpe no lo tomó por sorpresa. Empujó a Mario y
cuando éste retrocedió le dio un derechazo. Mario volvió a abalanzarse sobre
Alejandro y ambos terminaron en el suelo, los dos hombres sangraban. Tenían la
boca, la nariz y las cejas partidas. Rosa Paula gritaba desesperada intentando
que se detuvieran pero ninguno parecía escucharla. Mario estaba tan furioso por
el rechazo de la joven y la noticia de su noviazgo que no medía la fuerza con
la que golpeaba. Alejandro por su parte se estaba vengando del engaño sufrido
por su exnovia con Mario. Varios trabajadores llegaron y separaron a los
jóvenes con mucho esfuerzo. Dos hombres agarraron a Alejandro que se calmó casi
enseguida y tres más hicieron falta para contener a Mario que no dejaba de
forcejear. La joven no dejaba de llorar, estaba demasiado nerviosa que no podía
hablar. Alejandro se acercó para abrazarla de manera protectora, a pesar de
sentir que todo era una farsa, su educación no le permitía verla en ese estado.
Se sentía culpable de ser el causante de ello. La joven se separó furiosa.
Eleazar
llegó al lugar, estaba tan furioso como los involucrados. Había presenciado
todo mientras miraba por la ventana de su oficina, desde el beso de la menor de
sus hijas hasta el arrebato de Mario cuando llegó. Lo primero que hizo fue
reclamarle al joven, lo había echado el día anterior y allí estaba de nuevo,
peleándose con el mismo muchacho. Mario se defendió de la misma forma como lo
había hecho con Rosa Paula. Su padre, Miguel Morales, era uno de los
principales socios de Eleazar y muchos de esos negocios los manejaba él. Eleazar
aceptó las palabras de Mario, estaba consciente de que lo que decía el joven
era cierto, aunque no quisiera debía tratar con él en el futuro. Sin embargo
una cosa eran los negocios y otra la vida personal y más si se trataba de sus
hijas.
Mario
escupió la sangre que se había acumulado en su boca y antes de marcharse lanzó
una amenaza a Alejandro. Cuando la pareja se encontró sola con Eleazar, el
joven, tan educado como su aspecto le permitía, formalmente pidió que aceptara
su relación con su hija. Alejandro había asumido el rol de novio de la joven y
en cierta forma lo estaba disfrutando. No sabía si por el beso que le dio o por
la pelea con Mario donde pudo descargar parte de la furia que todavía sentía.
Eleazar
los dejó solos después de unos minutos donde habló con autoridad al joven. Le
parecía que era muy mayor para la menor de sus Rosas pero estaba siendo optimista y pensaba que de esa forma su
hija se olvidaría de regresar a Francia en unos meses.
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