BLANCO Y NEGRO… ¿Y EL GRIS?
MAG
Historia
CAPÍTULO 13
DIEGO
Llegué a la escuela y me senté en una banca esperando a
Andrea, iban a ser las siete y no llegaba, ya me estaba preocupando. Marlon y
Franky se acercaron pero como no tenía ganas de hablarles me aparté. Comenzaron
a molestarme, pero yo ya tenía muchos problemas en casa así que no les hice
caso. Sabía que en el recreo las cosas serían peor.
Vi
que en otra banca estaba sentado el nuevo,
también estaba solo. Aparte de Andrea, mi hermana era la otra persona que le
hablaba, por supuesto, ella se encargaba de que las otras chicas no se le
acercaran. Me molestaba confesarlo pero Saraí era la líder de las chicas. Y los
chicos no se le acercaban por solidaridad hacia mí. –Hola, nuevo –me miró
extrañado. No esperaba que yo lo saludara, pero enseguida cambió su expresión–.
¿Todavía no tienes amigos?
–Déjame
tranquilo, no quiero problemas, ya tengo suficiente con la academia militar.
–¿Cuál
academia militar?
–A
la que me enviará mi papá por tu culpa.
–¿Qué
hiciste para que tu papá te envíe a una academia militar?
–Yo
no hice nada –eso lo dijo muy enojado, se le notaba cuando apretaba los
dientes–. Tú me golpeaste y él cree que me peleé.
–¡Ah!
–no le di importancia a eso que me decía, para mí no la tenía. La verdad ni
siquiera sé por qué le estaba hablando–. Oye, nuevo.
–Mi nombre
es Peter –me interrumpió y eso me molestó, por lo que repliqué para molestarlo.
–Sí,
como sea… ¿Siempre eres tan mojigato?
–¿Qué?
–me miró como si no entendiera.
–Mojigato,
bobo, tonto –expliqué.
–Si
lo dices porque no peleo, te diré que mi conducta no depende de ti sino de mi
autocontrol –iba a replicarle pero en ese momento sonó el timbre para entrar a
clases. Se levantó y antes de irse me dijo todo educadito–. Ahora si me
disculpas, tengo clases –me dejó descolocado pero reflexioné lo que dijo sobre
el autocontrol.
En
ese momento también me llegaron los consejos de mi hermana acerca de no
seguirle el juego a Franky, a Marlon y a Dixon, y hacer lo que ellos decían.
Era verdad, siempre terminaba en problemas y ahora hasta de sección me habían
cambiado, separándome de mi grupo.
PETER
Cuando
llegué al salón el profesor aun no entraba, vi que todos estaban fuera de sus
lugares pero yo me senté en el puesto que me habían asignado, aunque había
notado que cada quien se sentaba donde quería. Tal vez Diego tiene razón y soy
un monigote, demasiado tonto y por eso es que los demás se aprovechan, pero es
que a mí no me gusta pelear, aunque me provoquen siempre recurro a mi
autocontrol y prefiero retirarme.
Saraí
se sentó a mi lado. –¡Hola, Peter! ¿Vienes a mi casa hoy?
–No…
Hola… No puedo –me agarró desprevenido–. Además, no quiero que Diego pelee
conmigo.
–Por
eso no te preocupes, Diego está en salsa.
–¿En
qué? –pregunté sin entender nada.
–Que
mi mamá lo tiene amenazado –me explicó–. No puede meterse en problemas porque
lo suena –me dijo eso último en un susurro.
–Eso
de que lo suena ¿Significa que le pegará? –ella asintió–. No quiero que le
peguen a tu hermano, no es de mis personas favoritas pero no soy un sádico.
–Ya
te dije que no te preocupes, él se portará bien.
–¿Andrea
puede venir también? –pregunté sin ninguna mala intención, lo juro.
Ella
gruñó y gritó de modo que todos en el salón nos miraron. –Ya no quiero que
vengas –y se levantó furiosa para sentarse en la parte de atrás como siempre.
Fue
una forma brusca de evadir la invitación, y aunque lo hice sin querer me salió
bien. No quería más problemas en mi casa. Mi papá seguía firme en su decisión
de enviarme a la academia militar y por eso mi mamá estaba molesta y no le
hablaba. El ambiente en mi casa es muy tenso, sobre todo a la hora de la cena.
Mi papá por la misma situación ha dejado de ir a casa para almorzar.
JOSEPH
De
la conversación entre el embajador y dos colegas que se estaba llevando a cabo
enfrente de mí solo me había enterado que era acerca de lo que nuestro
presidente había declarado contra el gobierno de Corea del Norte. El resto me
lo había perdido. Estaba tan metido en mis pensamientos que nada me importaba.
Pensaba
en Mayra, una hermosa mujer color chocolate de ojos verdes y grandes caderas.
La conocí hace una semana en un almuerzo con los embajadores de Colombia y Panamá.
Desde que la vi me sentí atraído, aun sin cruzar palabras. Luego me enteré de
que es colombiana y además de asesorar al embajador también es su esposa. Eso no
impidió que quisiera conocerla más a fondo. Se notaba que era una mujer
interesante en muchos aspectos, su físico impresionaba pero su conversación fue
lo que me cautivó. Es una mujer muy preparada en las relaciones internacionales,
y por su trabajo, igual al mío, había conocido muchos países. Lamentablemente
no habíamos coincidido en ninguno hasta ahora.
Durante
toda la semana nos reunimos con diferentes embajadores latinoamericanos. Con el
embajador colombiano, aconsejado por mí, nos reunimos tres veces más. Por supuesto,
más que estrechar lazos entre los países, mi objetivo era verla. Sé que también
le resulto interesante. La forma como se dirigía hacia mí me lo decía, y esta
mañana lo confirmé. Había acordado un almuerzo conmigo, sin asesores, sin
embajadores y por supuesto sin marido.
No
dejo de pensar en ella y en el almuerzo de hoy. Lo único que hago es
imaginármela desnuda en mi cama.
LUIS GERARDO
Andrea
no había ido al colegio, además de estar suspendida por las notas enviadas al
director no se sentía bien. Había pasado toda la noche con fiebre, bajaba por
unas horas luego de darle el medicamento. Había tomado su temperatura por
séptima vez desde la noche y la fiebre continuaba, se quejaba de dolor de
cabeza y había vomitado dos veces. Mi pequeña casi nunca se enfermaba y eso me
preocupaba aún más. Miré el termómetro y suspiré al ver que casi llegaba a los
treinta y nueve grados. Decidí llevarla a la clínica y le dije que se diera un
baño para bajar la temperatura. Ya no podía darle más medicamento, tenía miedo
de pasarme de dosis.
No
esperaba que ella se resistiera, por lo general era muy dócil cuando se sentía
mal, aunque no le gustaban los médicos. El malestar, la fiebre y el dolor
hacían que obedeciera a la primera orden que le daba. Pero hoy no estaba por la
labor. –Andrea por favor, ve a bañarte.
–No
quiero, no quiero ir a la clínica –se cruzó de brazos y miró al otro lado.
–Andrea,
por favor… ya no sé qué más hacer para bajar la fiebre, tiene que verte un médico.
–No
voy a ir a la clínica –se giró al otro lado.
–Andrea…
–¡No!
Te escuché a hablando con ella, seguro que nos encontrará en la clínica –se
notaba que estaba llorando–. Solo por eso quieres llevarme.
Me
acosté a su lado y la abracé, ni siquiera en esas circunstancias podía
olvidarse del tema de Aymé. –Solo quiero que te sientas mejor… y si quiero que
Aymé esté a mi lado mientras te examinan...
–¡No!
–me interrumpió–. ¡No quiero que vaya!
–Déjame
terminar –sentí que continuaba llorando–. Si quiero que Aymé esté a mi lado
mientras te examinan, es para sentirme mejor, porque necesito a alguien que me
apoye.
–Iré
solo si ella no va.
–Andrea,
no vas a chantajearme –le dije muy serio–. Te bañarás y después iremos a la
clínica –fui firme esta vez–. Y si tengo que gastarme todo lo que tengo para
que un médico te vea así sea en casa, lo haré… y eso no significa que Aymé no
pueda venir para apoyarme –me levanté y salí de su habitación.
Esperaba
que me obedeciera sin necesidad de volver a discutir. Todo este asunto de celos
ya me estaba cansando, y pensé seriamente en el consejo de Aymé de consultar un
psicólogo para que Andrea acepte los hechos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario