El Pequeño Magnate I - Secretos y Revelaciones

miércoles, 13 de diciembre de 2017

3 Rosas: Cap. 13



3 ROSAS

MAG

Historia

 

CAPÍTULO 13

Mente Maquiavélica.



Por la noche, Joaquín desde su cama miraba al techo pensando en todo lo que había pasado. Desde la visita de Rosa Paula a su oficina buscando respuestas acerca del porqué él y su padre no se hablaban y se trataban con tanta indiferencia. Él había sido sincero con ella del mismo modo como había sido 5 años atrás, con la única diferencia que ahora su versión sí tenía credibilidad para la hija del patrón, aunque con Damián en medio pensaba que era mejor dejar el pasado tal como estaba. Para el niño él era su padre y eso no cambiaría. Él lo quería como suyo.

Las preguntas acerca de Mario no le sorprendieron. Había visto la actitud de ambos jóvenes y era evidente que se gustaban, pero él no podía permitir que la chica se fijara en él. De todos los hombres del pueblo, Mario era quien menos le convenía. No era leal, no era de fiar y seguro terminaría llorando por el engaño de éste. De allí que su respuesta fuera brusca y con toda la intención de desacreditar al joven. 

Con ese interés en Mario, Joaquín no pensó que la menor de las hermanas reaccionara como lo hizo al estar ambos tan cerca. Ese beso le confirmó lo que venía sospechando que sentía desde el día que se encontró con ella en el río. Había sentido mucha rabia cuando le dijo que regresaría a Francia. Llevaba 5 años sin verla, la había extrañado desde el primer momento. Siempre se había sentido atraído por ella aunque jamás lo hubiera expresado. Pero ahora sabía que no solo él estaba enamorado, ella también. 

Lo había sentido mientras se besaban. Sintió la pasión y la entrega de la joven que se dejó llevar por sus sentimientos, pero tenía que ser tan testaruda como su padre, se le había metido en la cabeza que no podrían estar juntos y no había forma de hacerla cambiar de opinión. 

Intentó dormir con el recuerdo del beso, del sabor de sus labios, del movimiento sensual de su lengua, pero el recuerdo de la discusión y la brusca despedida no abandonaba su mente ni le permitía que conciliara el sueño.


Rosa María había intentado hablar con Felipe, no dejaba de llamarlo ni enviarle mensajes. Había ido hasta su casa en La Esmeralda, y el joven se había negado a recibirla. Estaba desesperada y sin saber qué hacer. Ahora estaba segura que había cometido el mayor error de su vida. No al acostarse con él en su propia cama y así provocar que su padre lo echara de la casa y la hacienda, sino al no discutir como personas civilizadas el asunto del matrimonio. 

Tenía que encontrar la forma de que el joven al menos la escuchara, pero imaginaba que estaba muy enojado y dolido, al punto de rechazar su presencia. Estaba dispuesta a llegar a donde fuera necesario con tal de recuperarlo. Felipe la amaba y ella a él. El único impedimento para estar juntos era el deseo de uno de casarse y el miedo de la otra a fallarle. Caminaba de un lado a otro en su habitación pensando en la mejor manera de acercarse a Felipe, aun sin que éste se diera cuenta. 

De repente se detuvo con una idea en su cabeza. Supo que necesitaría la ayuda de todos aquellos que conocieran al joven, entre ellos sus hermanos. Diana, a la que casi no le hablaba por la diferencia de edad y que era amiga de sus hermanas, y de Mario, por el que sentía repulsión, pero eran quiénes más la podían ayudar. Sobre todo Mario, así que debía llenarse de paciencia y soportar a su cuñado.


A la mañana siguiente Rosa Paula había acordado desayunar en el pueblo con Alejandro. Al joven no le sorprendió su llamada. Habían quedado en buenos términos el día que se disculpó por su comportamiento. Lo que si le sorprendió fue la propuesta de la joven totalmente descarada y fuera de lugar, según su opinión. –¡¿Estás hablando en serio?! –estaba frente a un plato con huevos revueltos, arepa y queso. Había dejado de comer al escuchar el descabellado plan que decía la joven sentada al frente, que le sonreía de manera pícara. 

–¿Tú qué crees? 

–¡Que estás loca! –respondió de manera tajante. 

–Yo necesito olvidarme de Mario y tú necesitas olvidar a tu ex. Me parece lógico que nos ayudemos. 

–Yo no necesito olvidar a Teresa. 

–Sí, seguro que ya no quieres volver con ella… Vamos, piénsalo, te benficiarás. 

–¿Y según tú, cómo? A ver... –cruzando sus brazos. 

–Nos verán juntos, Teresa se dará cuenta de lo que se ha perdido. 

–Claro, y tu novio, con el que ya he tenido problemas, querrá volver a golpearme. 

–¿Le tienes miedo? 

–No, pero no me gusta meterme en problemas. 

–Ni a mí –mintió rápidamente–. Vamos, por favor –rogó juntando sus manos–. Por favor –hubo unos minutos de silencio donde Rosa Paula no separó sus manos y Alejandro no dejó de mirarla–. Mario no es mi novio. Ok, admito que me gusta pero no tenemos nada. 

–¿Y si te gusta y es obvio que tú le gustas por qué no están juntos? 

–Es complicado… ¿Viste cómo se puso mi papá con Mario? 

–A ver si entiendo, tú quieres olvidar al fantoche saliendo con otro. 

–Sí, más o menos… Que él se olvide de mí y yo olvidarme de él –pensó en Mario y en Joaquín, aunque solo le hubiera hablado del hijo del socio de su padre. No se atrevía a decirle a nadie más acerca de su primo. Ella tenía que olvidarse de ellos. 

–¿Y yo qué gano? 

–A ver… –comenzó a enumerar con sus dedos–. Primero, soy una novedad en el pueblo. Muchos, incluyendo a Mario quieren salir conmigo, pero solo tú tendrás ese privilegio… 

–¡Vaya, que modesta! –interrumpió con sarcasmo.

La joven no dejó de sonreír. –Segundo, podrás echarle en cara a tu ex que te vale mie… que no te importa lo que hizo, porque ahora estás conmigo. 

–Pero sí me importa. 

–Una mujer que se acuesta con otro y engaña como ella lo hizo no es una buena persona… 

–Tú tampoco lo eres –volvió a interrumpirla–. Quieres engañar al fantoche. 

Alzando la voz y levantándose, Rosa Paula contraatacó. –¿Sabes qué? ¡Ya me cansaste! –todos en el pequeño restaurante miraron a la pareja–. La conversación y todo esto se acabó –gritó antes de dirigirse a la salida. 

Alejandro sintió las miradas interrogantes sobre él y lo que había sucedido con la chica. Supo que Rosa Paula había logrado lo que quería. Todos en el lugar pensarían que estaban saliendo juntos y que eran pareja, que habían tenido una discusión como cualquier otra. Alejandro conocía al dueño del lugar y algunas camareras, eso se traducía en que para la noche, todo el pueblo estaría hablando de ellos. Pago el consumo y salió con el firme propósito de participar en el plan de la rosa menor.


Rosa María estaba sentada frente a Mario en su oficina, los dos estaban en silencio, ella ya había hablado, el otro había escuchado y cavilaba sobre si aceptar la propuesta de la joven o no. La menor de las hermanas le gustaba mucho pero no estaba enamorado de ella, más bien la veía como una especie de trofeo que quería conquistar. Y ahora venía la hermana de ésta ofreciéndole ayuda para conquistar su trofeo. Sin embargo había algo que no le cuadraba. –¿Qué hay con el peón? –preguntó finalmente ladeando un poco la cabeza como quien pregunta algo obvio. 

–¿Quién? –Rosa María no entendió a quién se refería ni por qué preguntaba eso. 

–El peón… tu primo. 

–¡Por favor! ¿Qué tiene que ver ese tipo en todo esto? 

–Es muy evidente que a ese tipo le gusta Rosa Paula. 

–Mi hermana jamás se fijaría en un tipo como él. 

–No… Tú, jamás te fijarías en un tipo como él… te fijaste en el hijo mayor del socio de tu padre, eso sí que es mirar alto. 

–¿Crees que estoy con Felipe por el dinero de tu padre?
 
Mario se cruzó de brazos y se reclinó en su asiento, estuvo un rato largo en silencio mirando fijamente a Rosa María. –No –dijo sin ninguna emoción en su voz para luego continuar con un tono burlón–. Si quisieras el dinero de mi padre te hubieras fijado en mí. 

Rosa María se carcajeó. –Yo jamás me fijaría en un hombre como tú. 

–Así como yo jamás me fijaría en una mujer como tú. 

–Que bueno, así me evitarías tener que rechazarte –lo interrumpió–. ¿Vas a ayudarme sí o no? 

–Quiero a mi hermano, aunque no me interesa saber por qué terminó contigo, admito que sí me interesa que se vaya y que no regrese en un buen tiempo. 

–Prometo que si me ayudas a reconciliarme con tu hermano, me iré con él y lo mantendré lejos el tiempo que tú quieras. 

–¡Hecho! –extendiendo la mano para cerrar el trato, como buen negociante–. Pero si tu hermana no es oficialmente mi novia antes de que ustedes se marchen, ten por seguro que le diré a Pipe de esta conversación –advirtió antes de que la joven se la estrechara. 

–Por eso no te preocupes, yo cumpliré mi parte del trato –estrechando su mano. 

La mayor de Las Rosas salió de la oficina de su cuñado con sentimientos encontrados. Primero su amor por Felipe la había llevado a entregar a su hermana a un hombre que estaba segura que la haría sufrir, y segundo, sabía que ni ella ni Mario eran los más adecuados para suplantar a cupido. No tenía idea de cómo haría para que Rosa Paula se fije en Mario, y también sabía que el joven estaba en las mismas condiciones.





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