El Pequeño Magnate I - Secretos y Revelaciones

sábado, 9 de febrero de 2019

3 Rosas. Cap. 22


3 ROSAS


MAG


Historia

 

CAPÍTULO 22

Sangre 2.



Joaquín llegó a la terminal de buses del pueblo junto a Sebastián, buscó con la mirada a Carol y a Damián, pero no vio a ninguno de los dos, los dos jóvenes se separaron y continuaron buscando, Joaquín no tenía idea de a dónde podía ir Carol, poco sabía de su familia y la joven nunca manifestó deseos por salir de ese lugar. 

Se encontró con algunos conocidos y les preguntó pero no la habían visto ni mucho menos al pequeño. –¡Joaco! –Sebastián le gritó mientras se acercaba–. Me dijeron que compró boleto en la San Blas, pero no saben a dónde.  

Se dirigieron al mostrador de la línea de autobuses y Joaquín desesperado interrogó al vendedor. –Lo siento señor, pero no puedo darle esa información. 

–Por favor, se quiere llevar a mi hijo. 

El vendedor miró a Sebastián como buscando confirmación y este asintió, lo pensó un poco para finalmente responder. –Lo siento, pero de verdad no puedo decirle, sin embargo, nuestros autobuses salen a partir de las seis, si usted quiere… 

–¡Olvídelo! –se retiró con un gesto de la mano–. ¿Qué hago, Sebas? ¿Qué hago? 

Sebastián vio a su amigo abatido era evidente que quería llorar pero se estaba conteniendo. Joaquín se dejó caer en una de las sillas y escondió el rostro entre sus manos pensando en cómo encontrar a su pequeño Superman, como solía llamarlo.


Eleazar estaba de pie mirando por la ventana, hablándole al hombre de pelo gris que estaba sentado frente a su escritorio. –No me importa donde estén, quiero que los encuentres, a ella y al niño. No me importa si están en el pueblo o fuera del pueblo, quiero que los encuentres y los traigas aquí de inmediato, a ella especialmente, quiero que la traigas directo a mi oficina –finalizó mirando por fin al hombre, este asintió lentamente entendiendo las ordenes de Eleazar. 

–Así será –dijo mientras se levantaba de su asiento y estrechaban la mano. 

–Los quiero aquí hoy mismo. 

–No te preocupes, los tendrás aquí antes del anochecer –el hombre salió y se encontró  con Rosa María en el salón, apenas asintió a manera de saludo y siguió su camino. 

La joven entró en la oficina de su padre. –¿Qué hacía ese hombre aquí? –el tono altanero y la molestia no los pudo ocultar. 

–Le di un trabajo. 

–Tú solo llamas a Demetrio cuando... 

–Cuando necesito resultados rápidos. 

–¿Y qué trabajo le diste? No me digas que le encargaste buscar al bastardo del capataz. 

–Lo que yo haga o deje de hacer es asunto mío y no tengo por qué dar explicaciones y mucho menos a mis hijas –Eleazar cortó la altanería de su hija mayor como mejor sabía, evadiendo las respuestas importantes. 


Faltando poco para las 6:30 de la tarde 4 hombres bajaron de un auto, uno de ellos llevaba a Damián cargado en brazos, el otro que bajó de la parte trasera, sacó a la fuerza a Carol y entre los otros 2 trataban de inmovilizarla. Demetrio, el hombre que había hablado con Eleazar, bajó de otro auto mientras hablaba por teléfono, cuando finalizó la llamada le quitó el niño al hombre y este fue a ayudar a sus compañeros. Les dijo que entraran en la casa y la dejaran en la oficina de Eleazar y así lo hicieron en medio de insultos y forcejeos por parte de Carol. 

Cuando vio que Eleazar estaba de pie junto al escritorio se calmó, y los hombres se retiraron. Se quedaron en silencio por un buen rato. Carol miraba a Eleazar con odio, desde que habían tenido el problema, la jovencita no había estado más de 5 minutos en el mismo lugar. –Vas a tomar este cheque y te vas a ir dejando al niño en la hacienda –le entregó un cheque. 

Ella sin mirarlo si quiera lo rompió en su cara. –Usted a mí no me va a decir qué hacer. 

Eleazar regresó hasta el escritorio y comenzó a hacer un nuevo cheque. –Tu boleto es para las nueve y quince de la noche –comenzó a decir mientras terminaba de firmar el cheque–. Tomarás el cheque y te irás a la capital que es allí donde querías ir, dejarás al niño aquí en la hacienda… –Carol se mofó al escucharlo pero Eleazar continuó–. Y no regresarás nunca más –le tendió el cheque nuevamente. 

Sin embargo ella no lo tomó, cruzó los brazos y lo enfrentó de manera desafiante. –Usted no me va a decir qué hacer, yo me voy y me llevo a mi hijo, es mío y me lo llevo a donde yo quiera. 

–No puedes llevártelo sin la autorización de su padre –Carol volvió a mofarse–. El niño lleva el apellido de Joaquín, él es su padre legal. 

Su sonrisa burlona creció. –Todo el mundo sabe que él no es su padre. 

–Así es… Por años has dicho que es mi hijo… Me pregunto qué pasaría si yo pidiera una prueba de paternidad y que sea el ADN quien hable –la sonrisa se le borró de manera instantánea–. Te sugiero que mires el cheque antes de romperlo, lo tomes y te largues de la vida de ese niño, que es lo mejor que puedes hacer por él –Carol tomó el cheque y lo miró, sus ojos se abrieron desmesuradamente y regresó su mirada a Eleazar–. Ese cheque es tuyo si desapareces de esta hacienda, del pueblo y de la vida de mi familia. 

–Si no logro cobrar el cheque… –comenzó a decir mientras lo doblaba y guardaba, pero Eleazar la interrumpió. 

–No acostumbro a hacer malos negocios ni a estafar a nadie ¿Puedes decir lo mismo tú? –la joven lo miró como si el odio que sintiera se incrementara–. Los hombres que te trajeron te llevarán a la terminal, te están esperando afuera… Puedes despedirte del niño si quieres. 

–No es necesario –se encaminó a la puerta, antes de salir se giró–. Nunca más sabrá de mí –Eleazar asintió, sabía que así sería. 



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