BLANCO Y NEGRO... ¿Y EL GRIS?
MAG
Historia
CAPÍTULO 7
LUIS
GERARDO
Entré en la oficina de mi jefe, debía aclarar lo que
había pasado la noche anterior, Aymé se había quedado muy preocupada por la
reacción del señor González, y ella tenía razón. Él podría ir a la escuela y
decir que Aymé estaba saliendo con uno de los padres, o sea, yo…
Lo
encontré concentrado en su computador, levantó la cabeza y me miró con la misma
mirada burlona de anoche y no supe si sería fácil convencerlo de no decir nada.
–¿Cómo estuvo la noche, Soler? –me preguntó sonriendo.
–De
eso quería hablarle, señor… yo...
–Soler,
lo que usted y la maestra de mis hijos hagan, no me interesa –eso lo dijo ya
mucho más serio, creo que no le gustó que tocara el tema, pero en todo caso él
tenía la culpa por preguntarme cómo había estado mi noche. Me pareció una falta
de respeto, y yo era un idiota que no lo ponía en su sitio por miedo a que me
despidiera y no poder darle a mi hija lo que merecía–. Su vida privada no me
importa en lo más mínimo… bien podría acostarse con la maestra de mis hijos
como con la esposa del conserje y a mí me daría igual.
–Lo
sé, señor... Eso lo entiendo… y si estoy tocando el tema no es por mi vida
privada, sino por la vida pública de Aymé… Ella está preocupada de que se
enteren en la escuela y puedan sancionarla.
–Que
no se preocupe, Soler. Yo no diré nada… Si se enteran no será por mí.
–Muchas
gracias, señor. De verdad –movió la mano como mandando a callarme, era un gesto
que odiaba pero como muchos otros tenía que callarme.
–¡Ah,
Soler!… Lo que sí le digo es que buscaré la forma de que su hija y mi hijo
pasen separados el mayor tiempo posible, no quiero que mi hijo tenga problemas
por culpa de su hija –¿Acaso estaba acusando a mi hija de lo buscapleitos que
era su hijo? ¡Esto era el colmo!
–Me
parece muy bien, señor. No quiero que mi hija se vea involucrada en las peleas
de su hijo.
–Si Diego
se pelea es por culpa de su hija… No sé qué tiene su hija, pero Diego parece no
pensar mucho cuando está cerca de ella. Y me parece que lo mejor es mantenerlos
separados.
–No
se preocupe, señor. Hablaré con Andrea para que no acerque a su hijo.
–Se
lo agradezco de antemano –me despidió de su oficina y regresé a mi escritorio.
Le envié un mensaje de texto a Aymé, donde le contaba que ya había hablado con
el señor González y éste había prometido no decir nada. No esperé respuesta,
ella no podía usar su celular mientras trabajaba. La verdad yo tampoco, pero mi
trabajo era más flexible en ese aspecto. Y me dispuse a pensar cómo le diría a
mi hija que debía alejarse del hijo de mi jefe, esa parte no me gustaba. Ya
imaginaba la que se armaría cuando se lo dijera, conozco muy bien a mi bella y
en el carácter salió igual a su madre, toda una fiera cuando se enoja.
SARAÍ
Durante
el recreo me acerqué a Peter, en toda la mañana había estado esquivando mi
compañía, iba a matar a Diego por eso. El único chico que me gustaba en todo el
colegio y me sacaba el cu… erpo por su culpa.
Me
senté a su lado para desayunar y traté de sacarle conversación, pero el apenas
si me respondía sí y no. Estaba como perdido, como triste,
era apenas su tercer día de colegio y me dijo que se iría pronto. Yo pensé que
se refería a que su papa siempre era trasladado de un sitio a otro y que se
irían del país, y él no me sacó de mi error. Así que me puse a la tarea que me
encomendó mi mamá, no solo porque Peter merecía una disculpa de parte de mi
hermano, sino porque Diego también merecía que lo humillaran un poco y no había
mejor manera de hacerlo que obligarlo a disculparse con quién él creía era su
más acérrimo enemigo.
Después
de tantos monosílabos logré sacarle la dirección de su casa, vivía cerca de la
mía y eso me alegró. Podría ir caminando a su casa sin tener que esperar a que
mi mamá o mi papá me llevaran. Esa era una gran ventaja que tenía a mi favor.
Una ventaja que no tenía Andrea.
LUIS GERARDO
Fui a buscar a Andrea a la escuela, me bajé del carro por
un momento mientras ella salía para ver a Aymé y hacerle una señal casi
imperceptible para que me llamara, quería invitarla a comer a mi casa, así
podríamos hablar mejor de lo que el señor González y yo habíamos hablado.
Estaba seguro de que, a pesar de que le había enviado un mensaje para calmarla,
ella seguía con la angustia.
Andrea
entró en el carro y yo también lo hice, quiso convencerme de almorzar en la
calle pero yo no podía darme esos lujos todo el tiempo. Mi economía no estaba
en su mejor momento, el colegio era caro y era lo que más dinero se llevaba,
pero lo hacía por mi hermosa hija, era uno de los mejores de la ciudad y quería
darle la mejor educación.
Llegamos
al apartamento, ella con su cara de enojada se fue a su habitación y yo me
quedé en la cocina preparando algo que se me daba muy bien, pasta a la
carbonara. No era el platillo más elaborado del mundo, pero tampoco tenía mucho
tiempo, debía regresar a trabajar en poco más de una hora. Quince minutos
después tocaron la puerta. Yo sabía muy bien quién era, pero Andrea no. –¿Qué
hace esta mujer aquí? –preguntó furiosa mientras Aymé entraba–. ¿Acaso va a
venir todos los días?
–Andrea,
por favor. No comencemos. Vamos a almorzar tranquilos.
–No
voy a almorzar con ella, no quiero que esté aquí, no quiero verla nunca más ¿Por
qué no lo entiendes?
–Aymé
es mi novia y la amo ¿Por qué te cuesta tanto entender eso? –bueno, lo dije por
fin… no se lo dije a mi novia, sino a mi hija. Mi vida estaba de cabeza cada
vez más. Llevé mis manos a la cara.
Aymé
no podía creer lo que había dicho, Andrea tampoco. –Entonces, quédate con ella
–me dijo Andrea con odio y se retiró a su habitación.
Yo me
acerqué a Aymé y la abracé, no sé si ella necesitaba un abrazo, pero sabía que
yo sí y ella me correspondió sin decir nada. –Te amo tanto como amé a Silvana –confesé
con un susurro.
ANDREA
¿Cómo se atrevió a hacerme eso? Era una completa
humillación hacia mí y hacia mi mamá.
Me tiré
en mi cama a llorar, no podía evitarlo. Sentí que mi papá me había traicionado
al decir eso. Amaba a esa mujer, se había olvidado de mi mamá. Lo odié, lo odié
con todas mis fuerzas como odiaba a esa mujer.
Mi
papá era lo único que tenía y sentía que lo estaba perdiendo. No supe cunado
dejé de llorar, sé que había pasado mucho tiempo porque mi papá se había
asomado a mi habitación para despedirse y regresar a su trabajo. No le respondí,
no podía hacerlo. Algo adentro me impedía hablarle, el enojo o el dolor, no lo
sé.
De repente
comprendí lo que tenía que hacer, separarlos para siempre. Esa mujer no me iba
a quitar a mi papá.
JONATHAN
Cuando
Saraí y yo entramos al carro de mamá, ella estaba peleando con Diego… otra vez.
No sé por qué peleaban ahora, pero Diego decía que no y mi mamá decía que sí. Parecían
las comiquitas que veo los fines de semana, era muy gracioso verlos pelear, “que sí, que no, que sí, que no”. Saraí y
yo nos reímos de ellos. Hasta que mi mamá se enojó de verdad y le gritó. –No voy
a discutir más contigo, Diego ¡Vas a disculparte y punto!
–Yo no
hice nada ¿Por qué tengo que disculparme con ese imbécil? –comenzó a rogar Diego.
Siempre era igual, cuando mi mamá gritaba de verdad, él empezaba a rogar.
–Lo golpeaste
sin ningún motivo.
–Pero
es que él...
–Diego,
ya está bueno. Dije que no discutiré más.
–Pero
mamá...
–¿Saraí,
tienes la dirección de Peter?
–Sí,
vive cerca de la casa, aquí esta –le pasó un papel a mi mamá, ella lo vio y lo
dejó en el tablero.
Llegamos
a la casa de Peter, mi mamá habló con su mamá, le explicó lo que pasó ayer y
que Diego quería disculparse, aunque se veía que Diego no quería disculparse.
Esperamos
un buen rato, la mamá de Peter nos ofreció comer con ellos, pero mi mamá dijo
que lo haríamos en casa. Igual la señora trajo unas bandejas con galletas y
refrescos. Diego fue el único que no agarró ni galletas ni refresco y creo que
la mamá de Peter se dio cuenta de que estaba ahí obligado.
Peter
entró y se quedó parado cuando nos vio. Creo que no nos esperaba, Saraí no le
había dicho nada, no le dijo que mamá obligaría a Diego a disculparse con él.
PETER
Cuando terminaron las clases esperé a que mi papá me
recogiera, vi el auto y antes de salir decidí hacerlo esperar un poco… más bien
mucho tiempo. Estaba muy enojado con él, por la mañana no le había dirigido la
palabra y no pensaba hacerlo ahora tampoco, así que me pareció buena idea
hacerlo perder tiempo, que llegara tarde a su trabajo y que el embajador lo
riñera un poco, pero cuando entré en el auto me di cuenta que él no estaba,
había esperado en vano.
Los
hombres de seguridad me dijeron que tenía mucho trabajo y por eso no iría a
comer a casa. Ese día seriamos solo Kelly, mi mamá y yo.
Solo
que, cuando llegamos, me encontré con una gran sorpresa.
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