BLANCO Y NEGRO… ¿Y EL GRIS?
MAG
Historia
CAPÍTULO 21
JOSEPH
Juro
por Dios que escuchar la voz de Peter al otro lado del teléfono ha sido lo
mejor hasta ahora…
Ver
a mi hijo al lado de dos policías me dio el alivio que no había sentido nunca,
corrí a abrazarlo, está grande pero aun así logré alzarlo un poco del suelo.
Los dos lloramos, Leeanne llegó apenas segundos después, también lo abrazó y lo
besó, ella también lloraba. Solo habían sido horas sin saber dónde estaba pero
definitivamente han sido las peores de nuestras vidas. Peter no dejaba de pedir
perdón, pero nosotros hacíamos lo mismo, le habíamos fallado como padres al no
protegerlo.
Alrededor
de nosotros los policías hacían su trabajo llevándose detenidos a las personas
que tenían a mi hijo. De repente todo se alteró, un hombre gritaba a los
oficiales, habían más niños de por medio, yo solo quería poner a salvo a Peter
de esas personas, hasta que me gritó. –Dad, please! Listen to me! La señora Juliana
es inocente.
Yo no
sabía a qué se refería ni de qué hablaba, solo quería llevarlo a casa pero el
jefe de la policía se acercó a nosotros junto a uno de los niños. –¿Ustedes se
conocen? –preguntó el jefe de la policía, yo iba a intervenir pero Peter habló
enseguida.
–Estudiamos
juntos, Diego me ayudó a entrar a su casa sin que su mamá lo supiera, la señora
Juliana no hizo nada, ella no sabía que yo estaba aquí –dijo todo muy rápido,
estaba nervioso y no sabía si era por todo lo que estaba pasando o porque
pensaba que estaba en problemas con la policía–. Yo me escapé de casa y ella me
convenció de llamar a mi papá y regresar –a medida que explicaba lo que había
pasado yo empezaba a enojarme con él. ¿Cómo era posible que mi hijo nos hiciera
pasar por todo esto?
JULIANA
Sé
que no estuvimos mucho tiempo después de que nos llevaron a la comisaría, nos
habían separado en diferentes cuartos con la clara intención de interrogarnos,
pero no pasaron ni diez minutos cuando entró una mujer para quitarme las
esposas y dejarme salir. No tenía idea de si me estaban dejando libre o me
trasladaban a otro sitio.
Al
primero que vi fue a mi cuñado Jesús, él y yo nunca hemos sido cercanos pero en
ese momento me sentí tan agradecida que lo abracé con fuerza, él correspondió
el abrazo y lo sentí sincero. Solo podía darle las gracias, no me salía nada más.
Me separé de él y vi a Esteban que lo traían ya sin esposas, corrí a abrazarlo
y nos besamos mientras continuaba derramando lágrimas, tanto de alivio como de
felicidad.
Jesús
nos llevó a casa y de camino nos explicó que Peter había contado todo a la
policía, él y Diego eran los responsables de todo este lío. Me di cuenta que
miraba mucho a Esteban por el retrovisor, estoy segura de que Armando no le
había dicho nada de mi relación con él, su egocentrismo no le permite que otros
piensen que hay más hombres en mi vida además de él. Esteban miraba por la
ventana, pero su mirada parecía perdida.
Al llegar
a casa encontramos a Armando, Diego y Saraí en el salón, estaban esperándonos,
seguramente Jesús les había dicho que ya estaba libre. Abracé a mis hijos y
luego a Armando, agradeciendo su ayuda, quizás todo hubiera sido peor si él no
me hubiera llamado. Fue un abrazo muy sentido y debo admitir que me reconfortó.
–Yo… Voy a buscar mis cosas –interrumpió Esteban, estaba serio como pocas veces
lo había visto–. Yo no debo estar aquí –no entendí por qué dijo eso, si era por
el abrazo, no había nada de malo, a pesar de tantos años separados, Armando y
yo no nos llevamos mal, si bien es cierto que discutimos mucho y que casi siempre
me saca de mis casillas, nos llevamos bien por los chicos.
–Al
contrario, quien no debe estar aquí soy yo –cada vez estaba más sorprendida, no
sé si porque quería matar a uno por irse o porque quería besar al otro por
irse. No entendía la reacción de ninguno de los dos–. Gracias por querer
protegerla –Armando extendió su mano hacia Esteban–. Vi como te comportaste con
la policía.
Esteban
estrechó su mano. –La protegeré siempre que pueda –Armando asintió y yo no
podía salir de mi asombro por su actitud, desde que sabía de mi relación con Esteban
estuvo fastidiándome para dejarlo.
–Adiós,
Juli –me dio un beso en la mejilla y me abrazó de una manera muy especial que
me hizo recordar nuestros días de novios–. Te dejo a los niños, Johnny se durmió
y creo que es mejor que Diego y Saraí también se queden –Diego iba a protestar,
pero Armando continuó–. Querrás hablar con Diego mañana y… yo no voy a casa
ahora –se despidió de los chicos, Diego quería protestar, sin embargo él mismo
se contuvo, sabiendo que era lo mejor, yo continuaba tan sorprendida que solo
supe cuando Armando lo detuvo antes de que continuara y salió acompañado de
Jesús.
ARMANDO
Sí. Fue una despedida y mi hermano lo sabía, por eso me
acompañó hasta mi carro y cuando estaba casi listo para arrancar, se asomó por
la ventana del copiloto. –¿Estás bien?
–Sí,
todo bien –le respondí muy seguro de mí mismo. Esperó unos minutos sin decir
nada, luego abrió la puerta y entró, sentándose a mi lado–. ¿Y qué haces aquí?
–Quiero
que me lleves a mi casa.
–¿Por
qué? Tu carro está justo detrás.
–Quiero
asegurarme de que estás bien.
–Ya
te dije que estoy bien.
–Por
eso, llévame a mi casa.
–¡No!
No te voy a llevar a tu casa, vas a bajarte de mi carro y voy a arrancar porque
voy a coger con una hermosa mujer.
–Armando...
–Chui...
–lo interrumpí antes de continuar, ya me estaba sacando la piedra su actitud
protectora–. Bájate de mi carro, voy a coger toda la noche y no pienso
compartir a mi mujer –lo dije pensando en Roxana, ella era mi mujer ahora y no
Juliana. Chui me miró poco convencido–. ¡Ya bájate! –lo volví a animar.
–Ya,
ya me bajo –alzó las manos dándose por vencido y salió del carro, yo no esperé
a ver qué hacía, aceleré y apenas miré por el retrovisor.
Llamé
a Roxana, contestó al segundo repique. –Voy a tu casa.
–Te espero
–tenía la voz somnolienta pero noté el deseo implícito, colgué la llamada y
seguí mi camino.
Me había
despedido definitivamente de Juliana y tenía que cerrar el ciclo con sexo,
aunque no fuera con ella.
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