El Pequeño Magnate I - Secretos y Revelaciones

lunes, 22 de enero de 2018

Blanco y Negro... ¿Y el Gris?: Cap. 16



BLANCO Y NEGRO… ¿Y EL GRIS?

MAG

Historia

 

 

CAPÍTULO 16







                PETER



Han pasado más de diez días desde que mi papá mencionó la academia militar, y a pesar que no la ha vuelto a mencionarla yo no me siento tranquilo. Tampoco he querido preguntar para no recordarle el tema. Aunque es inútil, él ya tomó la decisión. 


Como siempre intento no meterme en problemas, ni en la escuela y mucho menos en casa, pero mi mamá esta semana ha estado riñéndome por todo. No me deja jugar a la Play, apenas Kelly y yo empezamos a discutir ya está gritándonos y castigándonos, y casi no habla. Sé que todo es por el trabajo de mi papá, hace una semana que no viene a almorzar, pienso que es por evitar peleas con mi mamá. Porque antes de dormir siempre discuten, ya no hablan como antes. 


No odio este país, la mayoría de las personas me caen bien y hay muchos sitios que visitar pero siento que desde que llegamos los problemas han comenzado. Estoy preparándome para los cambios que tendré el próximo curso pero también me preparo para el divorcio de mis padres. Sé que las cosas no están bien entre ellos, no solo por las constantes peleas y discusiones sino porque no veo que se hablen ni se beses como antes. Tal vez los padres creen que los hijos no nos damos cuenta de lo que pasa con ellos, pero se equivocan, percibimos todo, inclusive Kelly que solo tiene seis años sabe que las cosas entre papá y mamá no están bien. Me ha preguntado varias veces lo mismo “¿Por qué mamá no le habla a papá?” Y yo le respondo como puedo, le digo que tienen muchas cosas que hacer, que hablar por la noche, antes de dormir. Me invento cualquier cosa para desviar el tema, pero ya de tantas mentiras no me cree nada. 


Hoy le pedí permiso a mi mamá para ir a casa de Saraí, antes de darme permiso me interrogó como si fuera del FBI y yo el criminal más buscado. –¿Quién es Saraí? –mientras metía los platos al lavavajillas. 


–La hermana de Diego. 


–¿Y quién es Diego? 


–El chico que me golpeó. 


–¿Y por qué quieres ir a casa del chico que te golpeó? –preguntó levantando una ceja, clara señal de que no me creía. 


–Porque ya estamos con los exámenes y da la casualidad que Diego, además de ser un abusador, también es el mejor estudiante del curso –levantó aún más la ceja–. En serio. Puedes preguntar en la escuela si no me crees. 


–¿Dónde viven ellos? 


–A dos calles de aquí. 


–¿Hiciste tus deberes? 


–Sí. 


–¿Los de la escuela? 


–Sí. 


–¿Los de la casa? 


–Sí –se quedó un momento en silencio, uno muy largo. Por un momento creí que no me daría permiso pero finalmente dijo “está bien”. No sin antes advertirme de los peligros de la calle y de las casas ajenas, además de no abusar de esa familia. Me dijo que le dijera a Manuel, el chofer, pero yo no tenía intención de ir en auto, prefería caminar y despejarme de los problemas de mi casa.






                ANDREA



A la última persona que esperaba ver en casa de Diego, era a Peter. Yo estaba con Diego en la cocina preparando jugo y sacando algunas cosas que su mamá había dejado para merendar. Saraí estaba en el salón con Camila y Valeria, sus “mejores amigas”. 


A Camila le gusta Diego pero él dice que no le gusta, ni siquiera la soporta, por ser muy pedante, pero cuando Peter llegó, pareció que Saraí y sus amigas lo vieran como carne fresca. Estaban alborotadas porque él estaba allí. Diego no puso muy buena cara pero se controló. –¡Hola, nuevo! –fue amable con el saludo. 


–Mi nombre es Peter. 


–¿Te molesta que te diga nuevo? 


–¡Sí! –Diego se encogió de hombros. 


Lo saludé y le dije que me agradaba verlo allo. Diego volvió a poner mala cara, se notaba celoso. –¿Qué te pasa? –le pregunté. Peter se veía decaído y callado, aunque en la escuela siempre estaba callado. 


–Nada. 


–¿Siguen los problemas en tu casa? –todos nos quedamos mirando a Diego, ¿Cómo es que él sabía que Peter tenía problemas en casa? 


–Prefiero no hablar de eso. 


–Está bien –encogiéndose de hombros. 


Nos sentamos alrededor de la mesa que está en el salón, Diego era quien explicaría todo lo que según el profesor preguntaría en el examen. Saraí estaba muy atenta con Peter. Le gusta, lo sé, tal vez por eso es que a mí me molesta su actitud. No es que me guste Peter, pero le tengo cariño y Saraí no me cae bien, antes si, éramos amigas, pero cuando comenzó a ser popular por ser la novia de un chico de quinto año se le subieron los humos a la cabeza. La relación con el chico terminó porque ella lo dejó y eso la hizo más popular. Ahora es líder en el colegio y todas hacen lo que ella dice. Todas, menos yo. Por eso tampoco le caigo bien. 


La tonta de Camila no sabía qué hacer para llamar la atención de Diego, preguntaba la misma cosa una y otra vez, no sé si de verdad por tonta y no entendía o por hacerse la tonta, pero me dio mucha risa cuando Diego le gritó que prestara atención y que dejara de tontear. La chica se puso roja de la furia y la humillación. No dijo nada más en toda la tarde. 


Vi como Diego después de explicarnos llamó a Peter aparte, no sé qué le dijo pero no estaban peleando ni discutiendo. Eso me gustó, parecía que comenzaban a llevarse bien.






                JULIANA



–Ya me dijeron que estás saliendo con un carajito –el tono burlón de Armando me molestó pero decidí no hacerle caso. 


–Imagino quiénes te lo dijeron. 


–No quiero a ese tipo cerca de mis hijos y mucho menos que estés descuidándolos por revolcarte con él. 


–No te permito que me faltes el respeto –estaba pasando los limites. 


–Sí me permites, porque te recuerdo que sigo siendo tu esposo y padre de tus hijos y me preocupo por ellos y por el ejemplo que le estás dando. 


–¡Que descarado eres! ¿Tengo que recordarte que más de una vez me has echado en cara las mujeres que has tenido y hasta te atreves a pasarlas por el frente? –estaba molesta, furiosa e indignada por tanto descaro de su parte. 


–Pero jamás las he metido en mi casa –me gritó. 


–Eso es porque jamás las has tomado en serio –grité también y corté la llamada. 


Discutir con Armando siempre es agotador. Me pregunto como pude soportarlo tantos años. Es el hombre más obcecado y machista que jamás he conocido. En menos de cinco minutos ha logrado sacarme de mis casillas y todo porque los mellizos no han dejado de quejarse con él de que los tengo abandonados por estar con Esteban. 


Creí que solo tendría problemas con Saraí. El día que fuimos a la finca de Esteban, Diego se portó muy bien, no fue grosero ni le hizo desplantes, pero ahora no sé qué pensar. Armando me dijo que los tres, inclusive Johnny, se quejan que ya no les presto atención, y no lo entiendo, mis salidas con Esteban se han limitado a dos esta semana. Tanto por mi trabajo, sus estudios como por mis hijos. Mi relación con esteban no ha cambiado a como era cuando nos veíamos a escondidas. No entiendo porque el empeño de Diego y Saraí en hacerle ver a los demás lo contrario, y peor aún, hacerle ver a Armando que no me ocupo de ellos.






LEEANNE



–¿Cómo puedes pensar que tengo otra mujer? –me dijo Joe indignado cuando lo confronté–. Cuando apenas hemos llegado a este país y no hago nada más que trabajar –la furia que tenía en su voz me hizo pensar que yo estaba en lo cierto. Joe tenía una amante. 


Ya hemos pasado por esta situación, hace unos años en Marruecos se enredó con una jovencita. No pude probar nada y él por supuesto lo negó todo, pero mi instinto de mujer me dice que tal como en aquella época, ahora tengo razón. Ha cambiado mucho en dos semanas y no puedo creer que sea por las discusiones por la academia militar donde quiere enviar a Peter. Él está decidido a ello y yo no estoy dispuesta a ceder, mi hijo se queda conmigo y si se va a esa academia me iré con él y me llevaré a Kelly. No me voy a separar de mis hijos por un capricho de Joe. Tal vez eso es lo que quiere, que me marche con los niños y así quedarse el solo aquí con su amante de turno. 


Salió del baño y está vistiéndose. –¿Dónde está Peter? –me pregunta mientras abrocha sus pantalones. 


–Está estudiando en casa de Saraí. 


–¿Dónde vive esa tal Saraí? 


–A dos calles de aquí. 


–¿Manuel lo llevó? 


–Supongo que sí, le dije que se fuera con él. 


–¿Supones? ¿No sabes con quién se fue nuestro hijo? –me reprochó–. ¿Tienes idea de los peligros que hay en las calles? 


–No vengas a fingir preocupación por Peter. Ni siquiera vienes a almorzar y no tienes idea de cómo va en la escuela. 


–Por favor, Leeanne… 


–Mejor vete Joe, te estás vistiendo para salir por algún motivo. 


–Voy a buscar a Peter, mujer… Deja de ver fantasmas donde no hay –saliendo. 


Por mucho que diga que no tiene otra mujer, yo sé que sí la tiene. Uno como mujer lo siente.





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