3 ROSAS
MAG
Historia
CAPÍTULO
16
Buscando la verdad 2.
Juan
Daniel salió de la casa de Joaquín dispuesto a regresar al pueblo para continuar
su consulta. Tal como había dicho, su padre no estaba en la ciudad y él se
encargaba de sus pacientes.
Antes
de subir a su carro vio la camioneta de su hermano estacionada cerca de la casa
principal y vio salir a Mario en su camioneta, el joven tenía algunas heridas
en el rostro que aun sangraban. No había que ser un genio para saber que esos
dos se habían peleado. Imaginó que su hermano estaría en las mismas condiciones
o peor, decidió acercarse a la casa principal y ver cómo estaba.
Cuando
la pareja se quedó sola, se sentaron en una de las bancas que había a lo largo
de las caminerías. –Discúlpame por el mal rato –comenzó Alejandro la
conversación mientras contenía la sangre de su nariz con un pañuelo.
–En
parte fue mi culpa. Me besaste porque te lo pedí.
–¿Qué
te pasó? –preguntó juan Daniel llegando junto a la pareja.
–¿Tú,
qué haces aquí? –pregunto el hermano.
–Vine
a ver al sobrino de Don Eleazar.
–¿Qué
le pasó a Joaquín? –se notó la voz preocupada de Rosa Paula, Alejandro pensó
que era por el parentesco que existía entre los dos.
Juan
Daniel la miró sin saber el porqué de su preocupación. –Ella es Rosa Paula, la
hija menor de Don Eleazar y… mi novia.
El
mayor de los hermanos se quedó sin palabras, le parecía increíble que su
hermano tuviera otra relación con tan poco tiempo de haber terminado con su
novia de diez años y del modo como había ocurrido. –¿Tu novia? –Alejandro
asintió.
–¿Qué
le pasó a Joaquín? –repitió la muchacha.
–Se
cayó de un caballo –la jovencita se asustó–. Eso no es lo grave, sino la
infección respiratoria que tiene.
–¿Es
muy grave? –cada vez más preocupada.
–Si
sigue mis recomendaciones estará como nuevo en unos días –las palabras de Juan
Daniel calmaron un poco a Rosa Paula–. Tú necesitas que te curen esas heridas
–le dijo a su hermano.
–Sé lo
que tengo que hacer y lo haré cuando llegue a casa.
–Puedes
tener fracturado el tabique.
–No
está fracturado, ya lo examiné.
–Puedo
curarte ahora mismo.
–Ya
te dije que lo haré cuando llegue a casa.
Rosa
Paula estaba ajena a la discusión entre los hermanos. Para ella el cuadro de
Joaquín era más importante, quería correr hasta su casa y verificar que
estuviera bien, sin embargo no quería involucrarse más con él. Tenía que poner
distancia entre los dos, así como había hecho con Mario, del mismo modo tenía
que hacer con Joaquín. Cuando la joven volvió a la realidad los hermanos
seguían discutiendo sobre las heridas y fue cuando se enteró que su nuevo novio
también era médico aunque no ejercía la profesión.
Juan
Daniel se marchó de mala gana, las discusiones con Alejandro siempre terminaban
igual. Era el más terco de los hermanos y a la vez el más firme en sus
decisiones. Aunque era pacífico, el joven no se dejaba manipular por su
familia, por eso él mismo no entendía cómo una jovencita de apenas 20 años había
logrado involucrarlo en todo ese lío.
Nuevamente
estaban solos en el jardín, Alejandro había dejado de sangrar pero los
hematomas comenzaban a aparecer. –Un secreto por otro –comentó Rosa Paula.
–¿Qué?
–preguntó el joven sin entender.
–Un
secreto por otro… tú me cuentas algo que yo quiero saber y yo te cuento algo
que tú quieras saber –explicó.
–¿Y
qué quieres saber? –aceptando el juego de la muchacha.
–¿Por
qué Mario siempre te dice bastardo? –Alejandro suspiró–. Entiendo por qué tú lo
llamas fantoche pero…
El
joven se sentó de nuevo en la banca y su semblante cambió, la mirada pícara que
tenía cuando aceptó el juego se ensombreció. –En el pueblo dicen que mi padre
no es mi padre –Rosa Paula se sentó a su lado y prestó atención, supo que el
tema era delicado–. No me lo dicen directamente a mí o a mi familia, pero sabes
que todo lo que comentan de una u otra forma se sabe –la jovencita asintió para
confirmar lo que decía–. Soy el único de mis hermanos que no se parece a mi
padre. Soy rubio, ojos claros, blanco. Ni siquiera el carácter o la
personalidad son parecidas.
–¿Te
pareces a tu mamá? –lo interrumpió Rosa Paula para dejar su punto claro.
–Sí,
de hecho dicen que soy igual a mi abuelo, su padre.
–Yo
tampoco me parezco a mi papá ni a mis hermanas, pero mi papá dice que soy el
retrato de mi mamá –comentó sonriendo muy orgullosa.
–Estudié
medicina para parecerme a él, pero nunca he querido ejercer. Lo mío son las
computadoras y la tecnología… pero intentaba ser como él, como Juan Daniel
–sonrió amargamente–. De todos soy el único que no se llama Juan, como él.
–¿Crees
que tu papá no es tu papá? –le preguntó en un tono que daba a entender que la
respuesta del joven era afirmativa. Alejandro no respondió. Respiró profundo
para contener las lágrimas, no lloraría delante de ella. Lo había hecho delante
de Juan José hacía tiempo cuando hablaron del tema y juró que jamás lloraría de
nuevo–. Si a mí me dijeran que mi papá no es mi papá los mandaría a todos a la
mier...
–¡Hey!
Es una palabra muy fea para que la diga una señorita como tú –la reprendió–. Y
si vamos a ser novios, de verdad o de mentira, da igual, no quiero que la
digas.
–Está
bien ¡Perdón! Pero es que da rabia… ¿Qué es lo que define un padre? Después de
que murió mi mamá, mi papá ha estado allí en todo momento, ha sido mi apoyo
incondicional hasta que pude apoyarme en mis hermanas. Si alguien me dice que
no es mi padre solo porque no me parezco a él… bueno, ya sabes lo que haría.
–Sí,
ya lo sé –sonriendo–. Ya está bueno de mi secreto, es hora del tuyo.
–¿Qué
quieres saber? –sonriendo.
–¿Cuál
es el otro hombre que quieres alejar?
–Eso
no puedo decírtelo –se levantó rápidamente evadiendo la pregunta.
–Un
secreto por otro.
–¡Ese
no!
–¿Por
qué no? –levantándose también–. A mí me costó hablarte de todo eso.
–Y
te agradezco la confianza pero...
–No
confías en mí –la interrumpió.
–No
es eso, es que no lo entenderías. Nadie lo entendería, ni siquiera yo lo
entiendo.
–Tal
vez tienes razón y no lo entendería, pero no te juzgaría, además ¿Qué tan
prohibido puede ser un hombre como para que quieras alejarte de él y no quieras
decir su nombre?
Rosa
Paula comenzó a pasearse de un lado a otro como decidiendo si debía o no
decirle a su novio el motivo por el que había buscando su ayuda. No había sido
fácil admitir que se estaba enamorando de Joaquín pero era mucho más difícil
intentar decirle a otros lo que sentía por él sabiendo el parentesco que
existía entre ambos. Estaba a punto de confesarle a Alejandro el nombre de ese
otro hombre que quería alejar, cuando vio salir a Joaquín de su casa y tomar el
camino principal hacia la casa grande. Su corazón se aceleró, sentía que se
saldría del pecho. Alejandro siguió su mirada ansiosa y temerosa y vio al joven
que se había detenido a medio camino al verlos juntos. –¡Por favor, bésame!
–rogó Rosa Paula con una sonrisa fingida mirando a Alejandro–. Bésame como lo
hiciste hace un momento.
Alejandro
comprendió quién era ese hombre prohibido, lo supo al verlos, alejados en
distancia pero a la vez juntos en sentimientos. –¿Es tu primo?
–¡Por
favor, bésame! –volvió a rogar, esta vez con los ojos húmedos tocando sus
hombros y brazos–. Tengo que alejarlo.
Alejandro
asintió y una vez más la abrazó y la besó con pasión, con mucha más pasión de
la que había puesto antes. Un beso largo lleno de amor, pero no un amor hacia
ella sino hacia Teresa, la mujer que seguía amando pero que jamás besaría de
nuevo. Esos eran los besos que necesitaba la menor de Las Rosas para sentirse segura de que su plan irracional serviría.
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