El Pequeño Magnate I - Secretos y Revelaciones

lunes, 22 de enero de 2018

3 Rosas: Cap. 16



3 ROSAS

MAG

Historia

 

 

CAPÍTULO 16

Buscando la verdad 2.


 

Juan Daniel salió de la casa de Joaquín dispuesto a regresar al pueblo para continuar su consulta. Tal como había dicho, su padre no estaba en la ciudad y él se encargaba de sus pacientes. 

Antes de subir a su carro vio la camioneta de su hermano estacionada cerca de la casa principal y vio salir a Mario en su camioneta, el joven tenía algunas heridas en el rostro que aun sangraban. No había que ser un genio para saber que esos dos se habían peleado. Imaginó que su hermano estaría en las mismas condiciones o peor, decidió acercarse a la casa principal y ver cómo estaba.


Cuando la pareja se quedó sola, se sentaron en una de las bancas que había a lo largo de las caminerías. –Discúlpame por el mal rato –comenzó Alejandro la conversación mientras contenía la sangre de su nariz con un pañuelo. 

–En parte fue mi culpa. Me besaste porque te lo pedí. 

–¿Qué te pasó? –preguntó juan Daniel llegando junto a la pareja. 

–¿Tú, qué haces aquí? –pregunto el hermano. 

–Vine a ver al sobrino de Don Eleazar. 

–¿Qué le pasó a Joaquín? –se notó la voz preocupada de Rosa Paula, Alejandro pensó que era por el parentesco que existía entre los dos. 

Juan Daniel la miró sin saber el porqué de su preocupación. –Ella es Rosa Paula, la hija menor de Don Eleazar y… mi novia. 

El mayor de los hermanos se quedó sin palabras, le parecía increíble que su hermano tuviera otra relación con tan poco tiempo de haber terminado con su novia de diez años y del modo como había ocurrido. –¿Tu novia? –Alejandro asintió. 

–¿Qué le pasó a Joaquín? –repitió la muchacha. 

–Se cayó de un caballo –la jovencita se asustó–. Eso no es lo grave, sino la infección respiratoria que tiene. 

–¿Es muy grave? –cada vez más preocupada. 

–Si sigue mis recomendaciones estará como nuevo en unos días –las palabras de Juan Daniel calmaron un poco a Rosa Paula–. Tú necesitas que te curen esas heridas –le dijo a su hermano. 

–Sé lo que tengo que hacer y lo haré cuando llegue a casa. 

–Puedes tener fracturado el tabique. 

–No está fracturado, ya lo examiné. 

–Puedo curarte ahora mismo. 

–Ya te dije que lo haré cuando llegue a casa. 

Rosa Paula estaba ajena a la discusión entre los hermanos. Para ella el cuadro de Joaquín era más importante, quería correr hasta su casa y verificar que estuviera bien, sin embargo no quería involucrarse más con él. Tenía que poner distancia entre los dos, así como había hecho con Mario, del mismo modo tenía que hacer con Joaquín. Cuando la joven volvió a la realidad los hermanos seguían discutiendo sobre las heridas y fue cuando se enteró que su nuevo novio también era médico aunque no ejercía la profesión. 

Juan Daniel se marchó de mala gana, las discusiones con Alejandro siempre terminaban igual. Era el más terco de los hermanos y a la vez el más firme en sus decisiones. Aunque era pacífico, el joven no se dejaba manipular por su familia, por eso él mismo no entendía cómo una jovencita de apenas 20 años había logrado involucrarlo en todo ese lío. 

Nuevamente estaban solos en el jardín, Alejandro había dejado de sangrar pero los hematomas comenzaban a aparecer. –Un secreto por otro –comentó Rosa Paula. 

–¿Qué? –preguntó el joven sin entender. 

–Un secreto por otro… tú me cuentas algo que yo quiero saber y yo te cuento algo que tú quieras saber –explicó. 

–¿Y qué quieres saber? –aceptando el juego de la muchacha. 

–¿Por qué Mario siempre te dice bastardo? –Alejandro suspiró–. Entiendo por qué tú lo llamas fantoche pero… 

El joven se sentó de nuevo en la banca y su semblante cambió, la mirada pícara que tenía cuando aceptó el juego se ensombreció. –En el pueblo dicen que mi padre no es mi padre –Rosa Paula se sentó a su lado y prestó atención, supo que el tema era delicado–. No me lo dicen directamente a mí o a mi familia, pero sabes que todo lo que comentan de una u otra forma se sabe –la jovencita asintió para confirmar lo que decía–. Soy el único de mis hermanos que no se parece a mi padre. Soy rubio, ojos claros, blanco. Ni siquiera el carácter o la personalidad son parecidas. 

–¿Te pareces a tu mamá? –lo interrumpió Rosa Paula para dejar su punto claro. 

–Sí, de hecho dicen que soy igual a mi abuelo, su padre. 

–Yo tampoco me parezco a mi papá ni a mis hermanas, pero mi papá dice que soy el retrato de mi mamá –comentó sonriendo muy orgullosa. 

–Estudié medicina para parecerme a él, pero nunca he querido ejercer. Lo mío son las computadoras y la tecnología… pero intentaba ser como él, como Juan Daniel –sonrió amargamente–. De todos soy el único que no se llama Juan, como él. 

–¿Crees que tu papá no es tu papá? –le preguntó en un tono que daba a entender que la respuesta del joven era afirmativa. Alejandro no respondió. Respiró profundo para contener las lágrimas, no lloraría delante de ella. Lo había hecho delante de Juan José hacía tiempo cuando hablaron del tema y juró que jamás lloraría de nuevo–. Si a mí me dijeran que mi papá no es mi papá los mandaría a todos a la mier... 

–¡Hey! Es una palabra muy fea para que la diga una señorita como tú –la reprendió–. Y si vamos a ser novios, de verdad o de mentira, da igual, no quiero que la digas. 

–Está bien ¡Perdón! Pero es que da rabia… ¿Qué es lo que define un padre? Después de que murió mi mamá, mi papá ha estado allí en todo momento, ha sido mi apoyo incondicional hasta que pude apoyarme en mis hermanas. Si alguien me dice que no es mi padre solo porque no me parezco a él… bueno, ya sabes lo que haría. 

–Sí, ya lo sé –sonriendo–. Ya está bueno de mi secreto, es hora del tuyo. 

–¿Qué quieres saber? –sonriendo. 

–¿Cuál es el otro hombre que quieres alejar? 

–Eso no puedo decírtelo –se levantó rápidamente evadiendo la pregunta. 

–Un secreto por otro. 

–¡Ese no! 

–¿Por qué no? –levantándose también–. A mí me costó hablarte de todo eso. 

–Y te agradezco la confianza pero... 

–No confías en mí –la interrumpió. 

–No es eso, es que no lo entenderías. Nadie lo entendería, ni siquiera yo lo entiendo. 

–Tal vez tienes razón y no lo entendería, pero no te juzgaría, además ¿Qué tan prohibido puede ser un hombre como para que quieras alejarte de él y no quieras decir su nombre? 

Rosa Paula comenzó a pasearse de un lado a otro como decidiendo si debía o no decirle a su novio el motivo por el que había buscando su ayuda. No había sido fácil admitir que se estaba enamorando de Joaquín pero era mucho más difícil intentar decirle a otros lo que sentía por él sabiendo el parentesco que existía entre ambos. Estaba a punto de confesarle a Alejandro el nombre de ese otro hombre que quería alejar, cuando vio salir a Joaquín de su casa y tomar el camino principal hacia la casa grande. Su corazón se aceleró, sentía que se saldría del pecho. Alejandro siguió su mirada ansiosa y temerosa y vio al joven que se había detenido a medio camino al verlos juntos. –¡Por favor, bésame! –rogó Rosa Paula con una sonrisa fingida mirando a Alejandro–. Bésame como lo hiciste hace un momento. 

Alejandro comprendió quién era ese hombre prohibido, lo supo al verlos, alejados en distancia pero a la vez juntos en sentimientos. –¿Es tu primo? 

–¡Por favor, bésame! –volvió a rogar, esta vez con los ojos húmedos tocando sus hombros y brazos–. Tengo que alejarlo. 

Alejandro asintió y una vez más la abrazó y la besó con pasión, con mucha más pasión de la que había puesto antes. Un beso largo lleno de amor, pero no un amor hacia ella sino hacia Teresa, la mujer que seguía amando pero que jamás besaría de nuevo. Esos eran los besos que necesitaba la menor de Las Rosas para sentirse segura de que su plan irracional serviría. 




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