El Pequeño Magnate I - Secretos y Revelaciones

jueves, 8 de febrero de 2018

3 Rosas: Cap. 17



3 ROSAS

MAG

Historia

 

CAPÍTULO 17


Celos 2.


Mario llegó a La Esmeralda tan furioso como había salido de El Rosal. Cuando bajó de la camioneta Rosa María también bajaba de la suya frente a la casa de Felipe. La joven morena había ido una vez más a hablar con su novio para una reconciliación. Al ver a Mario golpeado, con hematomas y sangre seca no aguantó la risa y preguntó qué había pasado. Mario enfureció y la enfrentó. –El imbécil de Zamora y tu hermana son novios –gritó. 

–Juan José y Rosa Elena... 

–No ese imbécil –interrumpió gritando–. El bastardo y Rosa Paula son novios. 

–¿Qué? Claro que no, eso es imposible. 

–¿Con quién crees que acabo de pelearme? Ella misma lo confirmó. 

–¿Él te dejó así? –intentando no reírse. 

–Deberías ver cómo quedó él –gruñó–. Nuestro trato acaba de quedar sin efecto. 

–¡No puedes hacer eso! 

–¿Qué clase de trato pueden tener los dos si ni siquiera se soportan? –preguntó Felipe saliendo de su casa.

Mario sonrió y sus heridas solo hacían más macabro su rostro. –¿Por qué no le dices a mi hermano cuál es el trato que tenemos tú y yo? 

Rosa María ignoró la pregunta de Mario y se dirigió directamente a Felipe como si no hubiera nadie más. –Pipe, amor, tenemos que hablar –su tono era desesperado, se acercó para besarlo pero él la evadió. 

–No tenemos nada que hablar, todo lo dijimos, yo me quiero casar y tú no. Esto se terminó, no voy a perder más tiempo en una relación que no tiene futuro. 

–¡Pipe, por favor, escúchame! 

–Eso pipe, escúchala –intervino Mario. 

Felipe reparó por primera vez en el aspecto de su hermano. –¿Y a ti, qué te pasó? 

Mario recordó su aspecto y su humor empeoró. –El bastarde Zamora y yo nos peleamos un poco –gruñó. 

–Eso te pasa por revolcarte con mujeres prohibidas. 

–No me molestes, Pipe, no soy un santo como tú, pero esa mujer es una puta que se acostaría con cualquiera.  Además, la pelea no fue por ella. 

–Mario está enamorado de Rosa Paula –intervino Rosa María. 

Felipe se burló de su hermano, no era hombre de enamorarse, éste enfureció de nuevo, no porque Felipe se burlara sino porque tal vez tuviera razón. Hacía una semana que no dejaba de pensar en la jovencita y creía que estaba ganando puntos con ella. Aceptaba que le tomara la mano y las conversaciones eran más picantes y tenían más confianza. Pero ahora el hombre que más odiaba en todo el pueblo era el novio de la mujer que le gustaba y de la que sospechaba se estaba enamorando.


Cuando Joaquín salió de su casa estaba dispuesto a hablar con Eleazar sobre las sospechas que había tenido desde niño con respecto a su madre y el hombre. Ahora después de tanto tiempo le consumía el cerebro por todo lo que estaba sintiendo. Cuando iba a mitad de camino vio a Rosa Paula muy sonriente y con mucha confianza junto a Alejandro, pero quedó sin aliento al ver como se besaban. Apuró el paso y la tos comenzó, sentía una opresión en el pecho que nada tenía que ver con su infección. 

Alejandro imaginó que viviría una situación similar a la vivida con Mario y se preparó para recibirlo. Joaquín los separó con dificultad por la tos y golpeó a Alejandro en el labio al tiempo que le gritaba que dejara a la joven tranquila. Alejandro respiró profundo intentando calmarse para no golpear a un hombre enfermo. Rosa Paula enseguida se interpuso entre los hombres y Alejandro pudo recomponerse. 

Eleazar había presenciado todo desde su ventana y estaba decidido a intervenir pero al ver a Joaquín calmado, esperó un poco más. 

–¿Por qué este tipo te está besando? –Joaquín estaba fuera de sí. 

–Cálmate. No quiero golpearte en el estado en el que estás. 

–No me hagas favores, estúpido. 

–¡Alejandro es mi novio, Joaquín! 

Rosa Paula habló rápido de modo que fuera más fácil para ella y menos doloroso para ambos. –¿Tu qué? Estás jugando. 

–No estoy jugando, es mi novio y papá está enterado. 

Joaquín miraba de uno a otro sin creer nada. –Por supuesto… y seguro que está feliz de tener a un ingeniero como yerno ¿Verdad? 

–Pues sí –Rosa Paula encontró la forma de alejarlo tanto como podía, pero para eso debía humillarlo–. Alejandro es hijo de uno de los hombres más importantes del pueblo. Un hombre con apellido. Un profesional con dos títulos universitarios –Rosa Paula dijo las palabras más hirientes que encontró al tiempo que se odiaba por hacer sufrir a Joaquín. 

En el rostro del joven se evidencio el dolor y la decepción que estaba sufriendo al escucharla. Rosa Paula jamás había discriminado a nadie por su condición social ni nada por el estilo, pero quizás había cambiado mucho durante esos años en Europa. Alejandro tampoco podía creer lo que escuchaba, Rosa Paula estaba decidida a alejar a Joaquín sin medir sus palabras ni sus actos. No le bastó con besarse delante del joven sino que lo humilló delante de él. 

La furia dentro de Joaquín creció hasta convertirse en odio, aunque no sabía hacia quién, si hacia Rosa Paula que lo había humillado o hacia Alejandro que era el hombre con quien lo comparaban. El joven capataz dirigió su furia hacia Alejandro ya que por mucho que quisiera odiar a Rosa Paula no podía golpear a una mujer. Alejandro no vio venir el golpe y terminó en el suelo, no se esperaba que volviera a reaccionar violentamente. Joaquín continuó arremetiendo contra él, lo pateaba con tal furia que no le importaba donde golpeaba. Se agachó para golpearlo aún más. 

Eleazar salió corriendo de su oficina en el mismo momento que vio a Joaquín iniciar nuevamente la pelea, estaba mucho más furioso que hacía unos minutos cuando Mario estaba peleando con Alejandro. Justo en el momento en el que llegó al sitio de la pelea, Alejandro decidió defenderse pese al estado de salud de Joaquín y lo golpeó en la boca haciéndolo sangrar. Eleazar agarró a Joaquín por el codo con tanta fuerza que logró levantarlo. Alejandro quedó en el suelo sangrando, contorsionándose del dolor por las patadas recibidas. Joaquín no dejaba de toser y escupir sangre. –¿Pero qué carajos te pasa? –gritó Eleazar mientras Joaquín forcejeaba–. Si no te calmas te dejaré el culo como hace unos años –advirtió. 

Joaquín controló su furia, sabía muy bien a qué se refería su tío. Rosa Paula quiso abrazarlo y limpiar la sangre de su boca pero decidió asistir a Alejandro que estaba en peores condiciones. Había peleado dos veces en menos de una hora y esa última no se había defendido. –¿Estás bien? –le preguntó a Alejandro. 

–Más vale que todo esto valga la pena –susurró el joven solo para que ella escuchara. 

–Tú, deberías estar descansando en tu casa –lo reprendió Eleazar sin soltar su codo. 

–Discúlpeme, señor –respondió en medio de un ataque de tos. Sintió ganas de abalanzarse nuevamente hacia Alejandro pero se detuvo al ver la mirada de Eleazar–. Señor, necesito hablar con usted. 

Eleazar por fin soltó el agarre del muchacho. –Te quiero en tu casa toda la semana –el chico lo miró extrañado–. Hablé con Guillermo y me dijo lo que recomendó el médico. 

–No se preocupe, señor, estoy bien y en verdad me urge hablar con usted. 

–Sí, eso se nota –ironizó al ver su estado–. Vete a tu casa, hablaremos de esto después –y se giró para regresar a su oficina. 

–Es importante, señor. Muy importante. 

–Ve a tu casa, lo que tengas que decirme lo harás en una semana. Si es muy importante habla con Guillermo y él me informará. 

–No es acerca de la hacienda, es personal. 

Rosa Paula abrió sus ojos sospechando lo que quería decir Joaquín e intervino. –Joaquín, por favor, no digas nada. 

–Es muy importante –repitió haciendo énfasis en el apuro. 

–Usted, joven, haga que su hermano lo revise –le dijo a Alejandro mientras se levantaba con ayuda de la chica–. ¡Acompáñalo! –le dijo a su hija. 

Rosa Paula al principio se negó a retirarse pero su padre fue muy firme. La pareja se retiró hasta la camioneta de Alejandro. La chica quería ir con él al hospital, pero el joven no lo permitió, le dijo que estaría bien y le avisaría al llegar a su casa. Tío y sobrino se dirigieron a la casa principal, el joven continuaba tosiendo aunque un poco más calmado y sin escupir sangre. Eleazar lo miraba de reojo y meneaba la cabeza pensando que el chico era muy testarudo. Era evidente que no estaba bien pero había algo que estaba molestándolo como para pedir hablarle de un asunto personal. 

Hacía mucho tiempo que esos dos hombres no se dirigían la palabra para nada más que hablar de negocios y de la hacienda.





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