BLANCO Y NEGRO... ¿Y EL GRIS?
MAG
Historia
CAPÍTULO 8
DIEGO
El techo de mi habitación ya no me parecía tan aburrido,
en los últimos días pasaba más tiempo mirándolo que haciendo cualquier otra
cosa. Había una machita no sé de qué, que estaba volviéndome loco, pero a la
vez, al mirarla, mi mente comenzaba a pensar, y solo Andrea ocupaba mi mente. Se
estaba convirtiendo en una obsesión, hasta yo me estaba dando cuenta de ello.
Pero lo que me hizo mi mamá no tenía perdón, obligarme a disculparme con ese estúpido,
fue bastante difícil para mí siquiera mirarlo, aunque parecía no tener idea de
que yo iría a disculparme. Dudo mucho que Saraí le haya dicho nada al nuevo. Ella siempre busca la forma de
humillarme también ¡Es mi hermana, por Dios! ¡Es mi melliza y le encanta verme
humillado!
A
veces creo que mi papá es el único que me entiende, bueno… la mayoría de las
veces. He pensado seriamente en irme a vivir con él, pero sé que mi mamá se
pondría triste, aunque me regañe a cada rato y viva castigado, sé que me quiere
mucho y no puede vivir sin mí. Pero yo ya soy un hombre y debo vivir como los
hombres, nada de rodeado de mujeres y niños. –¡Baja a almorzar! –me dijo Saraí
apenas asomándose por la puerta.
–No
iré –ella se detuvo.
–¿Por
qué te cae mal Peter? Ni siquiera lo conoces –me preguntó, entrando de nuevo a
mi habitación.
–Ya lo
sabes –respondí sin mirarla.
–Tengo
una idea, hermanito. Pero para eso necesito tu ayuda.
La miré
muy interesado en lo que diría, Saraí pocas veces me decía hermanito, y eso significaba dos cosas, quería algo de mí y nos
meteríamos en problemas. –¿Qué tienes en mente? –le pregunté, sentándome en la
cama.
–Te
cuento después de almorzar… Mamá nos espera –y salió, dejándome intrigado.
Pensé
que quería engatusarme para que bajara a comer, como mamá quería, así que no le
di el gusto y me volví a tirar en mi cama para mirar el techo.
JULIANA
Esperaba
poder hablar de forma civilizada con Diego durante el almuerzo, apenas era
mediodía y ya le había gritado en varias ocasiones, además de haberlo castigado
sin salir de su habitación.
Realmente
no sabía qué hacer con él, estaba cada vez más rebelde y no tenía ayuda por
parte de Armando, él solo se limitaba a consentirlos y mimarlos, a menos de que
hicieran algo muy malo, como la expulsión de Diego la semana pasada. Yo intento
hacer las cosas correctamente con mis tres hijos, pero Diego es el más difícil
de todos. Se había disculpado con Peter, aunque de muy mala gana. Yo entendía
las razones que tenía mi hijo para enojarse fácilmente con Peter, sentía celos
de que un niño nuevo le robara al amor de su vida, o al menos así pensaba Diego,
pero no podía permitir que hiciera lo que le diera la gana, lo había golpeado
dos veces sin una buena razón.
Armando
y yo habíamos hablado al respecto, él pocas veces les ponía mano dura, lo que
me dejaba a mí casi siempre siendo la mala de la película. –¿Dónde está Diego?
–le pregunté a Saraí cuando todos estábamos en la mesa dispuestos a almorzar.
–Dijo
que no bajaría –encogiéndose de hombros.
Me
gustaría que mis hijos fuesen más amigos entre ellos. –Johnny, ve a llamar a tu
hermano, por favor.
–¡Ay,
mamá!… No va a querer –se quejó pero igual obedeció.
–¿Saraí,
podrías mostrar alguna emoción por tu hermano?
–A
lo mejor si deja de ser imbécil, pero lo veo difícil.
Suspiré
¿Qué más podía hacer? Era evidente que mis dos hijos mayores no se soportaban,
no entiendo cómo pudieron convivir nueve meses en mi vientre. Johnny bajó y
entró corriendo al comedor. –No quiere venir, dice que no tiene hambre –sin esperar
nada, comenzó a comer.
Yo
la verdad no me sentía bien pensando que mi hijo estaba molesto con la mitad
del mundo por una tontería, y lo peor de todo es que no sabía cómo remediarlo.
PETER
Estaba en la cocina con mi mamá preparando el almuerzo,
Kelly estaba en la mesa haciendo su tarea. –¿No te pareció todo muy extraño?
–le pregunté a mi mamá que sacaba el cordero del horno.
–No, Juliana obligó a Diego a disculparse, es todo –sin darle importancia.
–Sí,
claro, eso fue evidente, pero... –me quedé pensativo, no sabía si realmente
debía o no expresarme delante de mi mamá. Ya tenía de enemigo a mi papá y era
un enemigo poderoso.
–¿Pero
qué? –me instó a hablar.
–Nada
–sacudiendo mi cabeza. Diego se había disculpado, obligado a o no, sincero o
no, lo había hecho. Y había prometido no meterse conmigo nunca más, pero no
sabía si eso sería suficiente para que mi papá desistiera de enviarme a la
academia militar–. No quiero irme, mamá –dije por fin, con mucho miedo en mi
voz. Se acercó a mí y me abrazó, yo la abracé muy fuerte y me puse a llorar en
su pecho. No podía evitarlo, lo último que quería era separarme de mi familia,
no entendía por qué mi papá me hacía esto si yo no tenía la culpa de nada.
Se separó
un poco para mirarme directo a los ojos. –Tú no te vas a ir de aquí.
–Pero,
papá dijo...
–Sé
lo que dijo, y ya lo hablamos… Tú no te irás, te lo prometo –acariciándome el
rostro–. Yo no lo permitiría.
–¿En
serio?
–¿Acaso
no confías en tu madre? –sonreí, lo que me decía mi mamá me dejaba tranquilo,
ella nunca me mentía y siempre cumplía sus promesas.
DIEGO
Cuando mamá se fue a
trabajar por la tarde, salí de mi habitación, dispuesto a hablar con Saraí
acerca de la idea que tenía. Aproveche y almorcé viendo la televisión con el
enano, si encendía la televisión de mi habitación seguro mamá se enteraba y me
alargaba el castigo. Así que no tuve más remedio que ver lo que el enano veía, MTV,
con sus programas de realities basura.
Saraí
se asomó en la puerta y me llamó, a pesar de que no había terminado de comer, salí
a su encuentro. Fuimos al salón y allí me dijo su gran plan, donde ella se
quedaría con el imbécil y yo tendría a Andrea.
El timbre
de la puerta sonó, era muy extraño porque cuando mamá no estaba casi nunca
recibíamos visitas inesperadas. Saraí fue a abrir la puerta y yo me quedé
relajado en el sofá, escuché la voz de mi hermana y un hombre, aunque no supe
qué decían. No pasó mucho tiempo cuando escuché a mi hermana gritar, pensé que
el hombre estaría atacándola, así que fui a la entrada y quedé sin palabras al
ver que era ella quien golpeaba y empujaba al hombre.
Era
joven, alto de piel canela, con el cabello negro y los ojos color miel. Lo
detallé muy bien porque lo que dijo mi hermana me impresionó. –Mi mamá nunca
saldría con alguien como tú –le gritó mientras lo empujaba–. Eres un niño para
ella.
–Cálmate,
Saraí –dijo el hombre, agarrándole los brazos–. Cálmate.
Ese tipo
sabía el nombre de mi hermana, eso no era bueno. Forcejeé con él para que
soltara a Saraí y la obligué a entrar a casa y cerrar muy bien con llave. –¡Estúpido!
¡Imbécil! ¿Cree que mi mamá le hará caso? ¡Está loco! –decía una y otra vez.
Johnny bajó y preguntó qué pasaba y ella le contó. Le habló del hombre joven
que dijo ser el novio de mamá, no supe cómo lo había tomado, yo no podía pensar
en otra cosa más que en su cara. Y supe que no mentía.
Mi mamá
estaba saliendo con un hombre mucho más joven que ella.
ANDREA
Después de que mi papá se fue a trabajar, salí para comer
algo. Me preparé un sándwich de jamón y queso, y busqué todo lo que necesitaba
para llevar a cabo mi plan. Esa bruja no se quedaría con mi papá, por mucho que
él dijera que la amaba, yo no estaba dispuesta a que se casaran, primero estaba
mi mamá y él tenía que respetarla siempre.
Entré
en mi cuarto con periódicos y revistas, tijeras, pega, hojas blancas y
marcadores. Y me puse a recortar todo tipo de letras, también recorté fotos de
parejas famosas y en mi computadora imprimí fotos de esa de los eventos que hacían en el colegio y también de mi papá. Sustituí
todas las caras por las de ellos dos. De ser necesario, llevaría todo al
extremo, me prometí a mí misma hacer que la despidieran.
Me asustó
el sonido del teléfono de mi casa, casi nadie tenía ese número y me sorprendí
cuando escuché la voz de Diego, estaba un poco alterado. –¿Qué te pasa? Te noto
extraño –le dije preocupada, primero porque nunca me llamaba a mi casa y
segundo porque se escuchaba como si estuviera llorando.
–Mi mamá
tiene un novio nuevo.
No sabía
por qué me decía aquello, no era la primera vez. La señora Juliana había tenido
varios novios desde que yo la conocí, y a Diego y sus hermanos nunca les
gustaban, así que no veía la novedad en ello. –¿Y cuál es el problema?
–El
muy estúpido tiene como... mi edad.
–No creo
que tu mamá tenga un novio de catorce.
–Bueno,
no catorce, pero sí tiene como dieciocho –de verdad estaba afectado–. Necesito
tu ayuda para separarlos –me dijo casi desesperado–. Porfa Andrea, solo tú me
puedes ayudar, solo en ti confío –me quedé en silencio por unos segundos,
pensando que quizás podría sacarle provecho a la situación, aunque no me
gustaba aprovecharme de Diego–. Saraí es una tonta que seguro termina enamorada
de él también.
–Está
bien, te ayudaré –respondí finalmente–. Pero tú también tienes que ayudarme.
–En todo
lo que quieras, amor –Sonreí como una tonta cuando lo escuché llamarme así, yo
sabía que le gustaba, y vamos… él me gusta, pero Peter también me gusta y no se
cuál me gusta más–. Lo que quieras –me repitió.
–¿Puedes
venir a mi casa?
–Hoy
no –me respondió demasiado rápido.
–Está
bien, igual te cuento –y le hablé de mi problema con esa y mi papá, y de lo que pensaba hacer para separarlos.
Por supuesto
él también estuvo de acuerdo, esa
siempre buscaba la forma de meterlo en problemas con sus papás.
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