BLANCO Y NEGRO... ¿Y EL GRIS?
MAG
Historia
CAPÍTULO 2
PETER
–¡Pero no es justo! –grité luego de que mi papá me
castigara sin poder salir.
–Era
el primer día, Peter, el primer día de escuela y tú vienes con una nota del director.
–Pero
no fue mi culpa. –intenté hacerle entender a mi papá que ese estúpido chico me
había golpeado sin ninguna razón, y yo no podía dejarme golpear así como así,
tenía que defenderme, pero al parecer para mi papá es más importante el hecho
de que me hubieran dado una nota, y mi expediente, hasta ahora impecable en todas
las escuelas en las que había estudiado, estaba manchado por una tonta pelea.
Sí,
fue una pelea tonta, solo me acerqué a esa niña porque me pareció amable, fue
la única que me dirigió la palabra en el recreo, y la que, cuando me miraba,
siempre sonreía. Quería hacer amigos y no solo hice un gran enemigo, sino que
al parecer, es un líder en la escuela y seguro con ello, me gane algunos
enemigos más.
Me
molesta cada vez que transfieren a mi papá de una ciudad a otra, pero es peor
cuando lo transfieren de un país a otro, admito que aprendo muchas cosas sobre
su cultura pero es muy difícil los primeros días, y siempre es difícil una
nueva escuela. Todos me ven como el “rarito”
que entra a mitad del año escolar o peor aún, cuando ya está terminando.
Mi
padre trabaja para la embajada de Estados Unidos. Soy americano, nací en Washington
DC, hace 15 años. Para ese entonces mi papá trabajaba directamente en la Casa Blanca
con el presidente Bush, pero luego comenzaron a transferirlo de una embajada a
otra, de un país a otro. Si estamos en la misma ciudad por más de dos años es
todo un record. Hace dos semanas lo reasignaron y se mudó aquí. Mi mamá, mi
hermanita y yo nos quedamos en Roma, mientras él se instalaba y arreglaba todos
los documentos para nuestra educación.
Apenas
llevo aquí tres días y ya estoy en problemas, nunca antes me había pasado, y es
lo que más me molesta, que mi papá no me dé la oportunidad de explicarle qué
pasó en realidad. Supongo que ya eso no importa, estoy sentenciado a tres días
de confinamiento en mi habitación. Ese estúpido me las va a pagar, no me
importará si me vuelvo a meter en problemas con mis padres ¿Pero, qué se cree?
Me golpeó sin ningún motivo, me partió el labio y logró que perdiera el control
y me enzarzara en una pelea, ganándome la dichosa nota del director.
Subí
a mi habitación cabizbajo, después de haber perdido el juicio contra mi papá,
como no dijo que no podía escuchar música, busque mi iPod y mis auriculares,
nada mejor para relajarme que la música de mi querida Rihanna. Mi mente comenzó
a divagar, tenía que admitir que la chica era bonita, el pelo largo y rizado, y
ese color caramelo de su piel. Muy atractiva, la verdad. Pero para nada comparable
con mi Verónica, seguiremos siendo novios a distancia, ahora la tecnología está
de nuestro lado, por Whatsapp y Skype podemos vernos… además, como falta poco
para las vacaciones, intentaré convencer a mis padres de pasarlas en Roma, así
podré verla en persona. Ella es la única chica que me importa.
JOSEPH
Mi hijo nunca ha dado problemas, no es que sea un chico
modelo pero su comportamiento es normal dentro de su adolescencia. De eso hablaba
con mi esposa, Leeanne. Algo tuvo que pasar para que Peter perdiera el control,
es un chico pacifico, más bien dócil. Y es precisamente lo que alegaré el lunes
en la reunión que tengo con el director de la escuela. Su expediente en las
otras escuelas está impecable, ni siquiera algunos de sus maestros han llamado
a mi esposa para quejarse. Sin embargo, no puedo dejar a mi hijo sin castigo,
cualquier problema en él que se vea involucrado podría acarrearme problemas en
mi trabajo, si hay algo que no puedo olvidar, ni mi familia tampoco, es que soy
uno de los hombres de confianza del embajador, y mis problemas son sus
problemas, y sus problemas son problemas de los Estados Unidos. –Entiendo tu
punto Joe, pero creo que fuiste injusto con él –me reclamó Leeanne.
–No puedo
aplaudirle la gracia, Leeanne.
–No
es lo que estoy diciendo, es la primera vez que se mete en problemas, resultó
herido y por lo que nos dijo ni siquiera fue su culpa.
–Tal
vez no fue responsable de que ese niño lo golpeara, pero sí fue responsable de
no controlarse…
–Tiene
quince años –me interrumpió–. Es un niño.
–Leeanne,
no se va a morir por pasar tres días en su habitación… y no quiero que hable
con nadie.
–Como
si tuviera amigos –poniendo los ojos en blanco.
–Dejó
unos cuantos en Italia, no quiero que use el teléfono ni el computador.
–Mejor
enciérralo en una celda, quizás así estés seguro de que no se escapará –dijo
evidentemente molesta y me dio la espalda, para hacerse la dormida.
Estuve
un buen rato mirando al techo, tal vez buscando la forma de relajarme, no sé
qué me preocupaba más, si los problemas que podría tener mi hijo en la nueva
escuela o los problemas que me pudiera ocasionar con el embajador. Cuando me di
cuenta de que no podría dormir, me levanté y pasé por la habitación de mis
niños. Mi pequeña hija, Kelly, de 6 años, dormía rodeada de sus muñecas y
peluches, la besé en la frente y ni siquiera se movió, eso era “dormir plácidamente”.
Salí
de su habitación con el mismo cuidado con el que había entrado y fui a la
habitación de Peter. Pensé que lo encontraría dormido, pero en vez de eso
estaba con una videollamada, imagino que con alguno de sus amigos de la escuela
anterior, porque hablaba en italiano. –Pensé que te había castigado –dije muy
serio y se sobresaltó.
Se
despidió de su interlocutor y apagó su portátil. –Yo pensé que solo era estar
en mi habitación –me respondió, y noté que así lo creía realmente.
–Sin
teléfono, sin computador y sin salir de tu habitación –Peter solo asintió y se
metió bajo las sabanas–. ¿Sabes por qué te castigue? –le pregunte sentándome a
su lado, negó con la cabeza. ¡Por Dios! mi hijo podía ser borde cuando se lo proponía.
Había olvidado lo fácil que era para él sacarme de mis casillas. Hacer que él
perdiera el control era tan difícil como fácil hacérmelo perder a mí, y él sabía
muy bien cuales teclas tocar para que yo explotara, solo que siempre se
contenía–. Te peleaste con un compañero.
–Solo
me defendí –dijo dándome la espalda como había hecho su madre hacía unos
minutos–. No está mal defenderse ¿O sí? –preferí no responderle, me pareció una
falta de respeto, tanto que me hiciera esa pregunta como que me diera la
espalda en medio de una conversación. Me retiré dispuesto a salir y justo antes
de cruzar la puerta volvió a hablar–. Nunca vas a admitir que te equivocas ¿Verdad?
–su pregunta me tomó por sorpresa, pero me recompuse rápidamente.
–¿Crees
que me equivoqué al castigarte? –mientras cruzaba mis brazos–. Te castigue
porque te peleaste en la escuela, porque el mismo director te dio una nota para
una reunión el lunes, tu madre, él y yo, y porque la nota irá directo a tu
expediente –dije sin esperar respuesta–. Yo no me equivoqué, tú te equivocaste
al responder a la agresión de tu compañero –y finalmente salí.
No
podía creer el descaro de mi hijo, al parecer la rebeldía de la adolescencia
comenzaba a florecer en mi pequeño, el niño dócil que siempre había sido estaba
desapareciendo. Tal vez los últimos cambios en la vida de todos estaban
afectándolo, si era así, tenía que buscarle ayuda, pero eso ya lo hablaría más
adelante con Leeanne.
SARAÍ
Mi papá cumplió su palabra, no sé si le dio nalgadas a mi
hermano o le pegó con su cinturón, la verdad no quiero pensar en eso,
suficiente tengo con recordar que, apenas llegamos a su apartamento, Johnny y
yo nos quedamos en el salón mientras les dábamos la privacidad que papá había
pedido en el auto, aunque no sirvió de mucho, porque escuchamos claro y fuerte
el llanto y los quejidos de Diego.
La
verdad sentí mucha pena, sé que mi hermano se lo había ganado, pero entiendo
que su corazón enamorado le haya jugado esa mala pasada con el chico nuevo del
salón. Se acercó a Andrea, le “habló
bonito”… bueno, no sé si le “habló
bonito”, eso es lo que dice Diego, pero lo que sí sé es que mi hermano no
se aguantó y le lanzó uno de los mejores derechazos que le he visto dar en su
vida, y he visto unos cuantos en los últimos años. El pobre chico nuevo quedó
en el suelo con el labio partido, y aun así, no se defendió, creo que ni se
enteró de lo que había pasado hasta que Diego volvió a golpearlo. Entonces sí reaccionó,
le partió la nariz y la ceja. No pararon de golpearse hasta que dos profesores
los separaron. El nuevo solo se retiró con un llamado de atención, pero Diego…
Su fama ayudó a que lo expulsaran, además de que los testigos dijeron que había
dado el primer golpe, así que no había mucho que pensar, dos más dos, igual a
cuatro. Una pelea donde participara Diego, era igual a decir que Diego era el
responsable de la pelea.
A la
hora de la cena, papá estuvo muy callado, se le veía el enojo que traía. Johnny
trató de hacer la cena más llevadera, le dijo a papá de la obra que presentará
la próxima semana, y tuvimos que escuchar nuevamente todas sus líneas, y así como
le había preguntado a mamá si papá iría a su obra, se lo preguntó a él. Papá
como siempre prometió ir, pero Diego tiene razón, papá siempre promete muchas
cosas y no cumple ninguna. Nos trae con él cada dos fines de semana y hacemos
cosas juntos, pero sé que es más por obligación que por el placer de compartir
con sus hijos.
No
es el padre del año pero es el que tenemos y así lo queremos… bueno, creo que Diego
no lo quiere mucho ahora.
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