El Pequeño Magnate I - Secretos y Revelaciones

lunes, 18 de septiembre de 2017

Esperanza



ESPERANZA

MAG

Relato Corto






Entristecida, con la cara marcada de lágrimas y lamento, miraba en el espejo lo que quedaba de quien una vez fue feliz. El rostro palidecido, enrojecido de tanto llanto, ahora intentaba tener un aspecto más despierto y un más alegre, pero sus recuerdos hicieron brotar más lágrimas. Él entró al cuarto, se acercó y limpió su cara, quien sabe cuántas veces lo había hecho ese día y aún seguían ahí. Esas lágrimas que nadie puede explicar. Solo ella lo sabe, la abrazó y trató de besarla. Ella lo evadió y dejó escapar un nombre. Él se levantó con violencia y la confrontó fuertemente… 


–¿Has estado nuevamente con él?


Ella desvió su mirada y rompió en llanto. En su corazón, ella sabía que le había sido fiel durante los últimos diez años y era lo que más dolía. Haber tenido que entregarse a otro hombre sintiendo el más puro y profundo amor por quien una vez en su vida volteó a mirarla tal como era. Él salió de la habitación, dejándola sola con sus recuerdos... “La única noche de amor que había tenido en su vida, estaba en el jardín de una lujosa casa, bailando suavemente al compás de una balada, tomando vino hasta la embriaguez y sintiéndose en las nubes para entrar poco a poco al paraíso”... Un recuerdo interrumpió a otro… “Esta vez estaba delante de un altar, los invitados sonrientes, todos se veían felices, aunque no más que su novio a su lado, dando el sí definitivo. Ella se había casado supuestamente enamorada, su rostro no reflejaba la felicidad del día del jardín. Su felicidad se había desvanecido por completo ese día... El día más feliz de su vida"… Un tercer recuerdo la ahogó en llanto… “El nacimiento de su hijo, aquel niño que con tanto amor había concebido, aquel niño producto de la locura y la pasión, pero también de la irresponsabilidad y los errores. Al ver el rostro de su hijo, supo que volvería a verlo, fue el primer día de esperanza, de saber que algún día lo encontraría y estar de nuevo juntos, pero ahora los tres”... 



A diez años del nacimiento de su hijo, esperaba encontrarlo. Tenía la esperanza de que su Príncipe Azul llegara y junto con él su felicidad.



Salió de la habitación, entró en el estudio y casi susurrando le dijo. –¡Perdóname! –al tiempo que lo besaba–. Nunca más pronunciaré su nombre –mientras respiraba profundamente y seguía pensando en su eterna esperanza... encontrarlo.







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