ESPERANZA
MAG
Relato Corto
Entristecida,
con la cara marcada de lágrimas y lamento, miraba en el espejo lo que quedaba
de quien una vez fue feliz. El rostro palidecido, enrojecido de tanto llanto,
ahora intentaba tener un aspecto más despierto y un más alegre, pero sus recuerdos
hicieron brotar más lágrimas. Él entró al cuarto, se acercó y limpió su cara,
quien sabe cuántas veces lo había hecho ese día y aún seguían ahí. Esas lágrimas
que nadie puede explicar. Solo ella lo sabe, la abrazó y trató de besarla. Ella
lo evadió y dejó escapar un nombre. Él se levantó con violencia y la confrontó
fuertemente…
–¿Has
estado nuevamente con él?
Ella
desvió su mirada y rompió en llanto. En su corazón, ella sabía que le había
sido fiel durante los últimos diez años y era lo que más dolía. Haber tenido
que entregarse a otro hombre sintiendo el más puro y profundo amor por quien
una vez en su vida volteó a mirarla tal como era. Él salió de la habitación,
dejándola sola con sus recuerdos... “La única
noche de amor que había tenido en su vida, estaba en el jardín de una lujosa casa,
bailando suavemente al compás de una balada, tomando vino hasta la embriaguez y
sintiéndose en las nubes para entrar poco a poco al paraíso”... Un recuerdo
interrumpió a otro… “Esta vez estaba delante
de un altar, los invitados sonrientes, todos se veían felices, aunque no más
que su novio a su lado, dando el sí definitivo. Ella se había casado
supuestamente enamorada, su rostro no reflejaba la felicidad del día del
jardín. Su felicidad se había desvanecido por completo ese día... El día más
feliz de su vida"… Un tercer recuerdo la ahogó en llanto… “El nacimiento de su hijo, aquel niño que
con tanto amor había concebido, aquel niño producto de la locura y la pasión,
pero también de la irresponsabilidad y los errores. Al ver el rostro de su
hijo, supo que volvería a verlo, fue el primer día de esperanza, de saber que
algún día lo encontraría y estar de nuevo juntos, pero ahora los tres”...
A
diez años del nacimiento de su hijo, esperaba encontrarlo. Tenía la esperanza
de que su Príncipe Azul llegara y
junto con él su felicidad.
Salió
de la habitación, entró en el estudio y casi susurrando le dijo. –¡Perdóname! –al
tiempo que lo besaba–. Nunca más pronunciaré su nombre –mientras respiraba profundamente
y seguía pensando en su eterna esperanza... encontrarlo.
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